Nana korobi ya oki, esta expresión japonesa literalmente significa 7 veces caes 8 levantas y viene a decir como que por muchas vicisitudes que tengamos en nuestra vida, no paremos nunca de luchar.
Si bien es cierto que todos tenemos problemas en mayor o menor medida a lo largo de nuestras vidas; cuando fui diagnosticado de Crohn hace ya 13 años, esta expresión japonesa con la que he encabezado el título de esta historia se ha convertido en mi lema y mi filosofía de vida, incluso diría que es como una ciencia empírica ya que por lo general el ser humano por muchos cambios que sufra en su vida, siempre encuentra un modo de adaptarse a la nueva situación que le toca sobrellevar.
Pero refranes y teorías aparte, yo he venido hoy aquí a contar mi historia, es posible que no sea maravillosa o llena de aventuras, pero es la que me ha tocado vivir y me agradaría compartirla con ustedes.
Cuando me dijeron que tenía enfermedad de Crohn, me encontraba un 17 de agosto de 2001 en Urgencias por un cuadro de peritonitis difusa, de hecho ese mismo día me operaron, yo estaba bastante mal y la verdad que nunca había oído esa palabra. Tras la operación y varias complicaciones (tres meses de hospitalización, 8 meses de ileostomía, etc.) yo pensaba que no iba a salir de esa situación en mi vida. Me veía en ese momento con 20 años y mi vida pasaba entre mi casa y el hospital mientras yo contemplaba cómo avanzaba la vida de los que me rodeaban.
Cuando intentaba retomar mis estudios o hacer un viaje o algún plan con mis amigos, aparecía un brote a última hora que lo estropeaba todo, daba igual las horas de estudio que hubiese dedicado el estudio o a preparar cualquier otro proyecto, siempre había algo que me hacía quedarme en casa.
Poco a poco el miedo se fue apoderando de mí y fui limitando mi vida social y mis hábitos a lo mínimo. El problema de esta decisión es que parecía más un autómata que un ser humano y mi salud no mejoraba sino todo lo contrario; incluso a veces pensaba que iba a perder la cabeza si ese miedo seguía ahí perenne.
Así que un día decidí cambiar la situación, ya habían pasado varios años desde que me operaron y mi vida seguía igual que en aquellos 3 meses de hospitalización, así que opté enfrentarme a mis miedos (aunque no a todos) pero si a aquellos que me habían condicionado mi vida y mis relaciones interpersonales.
Dejé de limitar la dieta y cuando algún amigo me decía de ir a algún sitio a salir a comer en algún sitio pues en lugar de decir que no como decía siempre, intentaba buscar algún sitio donde hubiese algo que pudiera comer, si no encontraba nada de mi agrado, al menos me pedía algo para beber y pasaba ese momento en compañía de mis amigos echando unas risas.
Me di cuenta que independientemente de mi estado de salud, la actitud que yo determinase a mis problemas cotidianos era esencial para cambiar la situación que estaba viviendo, así que decidí cambiar. Sin embargo no es nada fácil. Tardé 4 años en hacer una fp de 2 años, entre brotes, ingresos, etc. Pero conseguí lo que me propuse que fue terminar algo que empezaba, era la primera vez que conseguía algo importante por mí mismo.
Aprendía a no compararme con los demás, yo tengo mi propio ritmo de hacer las cosas y si los demás no entienden el proceso en el que estoy inmerso es su problema no el mío, es decir, que alguien acabe en dos años y o haya sacado tal nota y yo menos no va a cambiar mi situación, lo que realmente cambiaba mi situación era lo que yo conseguía por mí, sólo yo soy dueño de mis decisiones con sus frutos y fracasos. Es así como dejé de lado de ser competitivo y me di cuenta que la competitividad no trae nada bueno, nada más ansiedad, envidias y cosas que sólo existen en tu mente, por algo existe un sabio refrán que dice que las comparaciones son siempre odiosas.
También aprendí que si me enfado o estoy nervioso por algo quien lo sufre es mi cuerpo, de nada sirve discutir con nadie porque la otra persona se va y hace su vida y el que se queda de mal humor y con mal estar en el cuerpo es uno.
Así que poco a poco fui convirtiendo todo lo que me empequeñecía en cosas grandes y cada éxito que lograba en mi vida lo he ido compartiendo con las personas que me rodean y me han ayudado. Actualmente estudio en la Universidad, con muy buenas notas, aunque de vez en cuando me dan brotes, estos son menos violentos que los que tenía hace años, ahora me voy de viaje a Japón a estudiar por un semestre, voy a hacer mi sueño realidad. Si alguien me dijese hace 13 años que iba a vivir esta aventura no me lo habría creído.
Tras toda esta disertación, mi mensaje es que independientemente de nuestro estado de salud, de los problemas que nos plantee el destino tengamos siempre presente el lema de 7 veces caigo y 8 me levanto, no perdamos la esperanza nunca y no dejemos de intentarlo, pues es a base de intentos como se terminan las mejores historias.
Félix Perea