Revista Espiritualidad

233.- “Trabajad cada uno según vuestra propia vocación.”

Por Ignacionovo
Autor: François Rabelais. Jueves de cine. Hoy nos detenemos en una de las obras maestras del genial director y productor Billy Wilder. En España se llamó “Primera plana”; “Front page” en su versión original. Película que protagonizaron en 1974 los actores Jack Lemmon, Walther Mathau y Susan Sarandon.
En Madrid se está llevando a cabo una iniciativa que a mí me parece muy atrayente y que consiste en reponer grandes clásicos de la historia del cine, en las pantallas de Gran Vía. Pantallas y salas ahora copadas por estrenos cinematográficos con un periodo de vida tan efímero, que apenas te percatas ni de que han llegado, ni de que se han ido. De esta manera, se han vuelto a llenar los cines para ver, por ejemplo, “Casablanca”. Un aplauso por la idea.
Volvamos a “Primera plana” que si no nos perdemos la mitad de la película. Hildy Johnson, reportero estrella del “Chicago Examiner”, está a punto de dejar su profesión para casarse con Peggy Grant, el amor de su vida. Cuando acude a despedirse de su trabajo, su jefe, un tipo sin escrúpulos, convence a la novia de Hildy para que retrase ligeramente su despedida con el fin e que el periodista pueda realizar un último reportaje. Consiste en cubrir la ejecución de un infeliz. No queda claro si el condenado fue el responsable del asesinato de un policía, pero con su ejecución el alcalde cree que ganará puntos de cara a las elecciones. Uno de los diálogos del filme nos da la clave del comentario de hoy.
Walter Matthau (el jefe desalmado): "Cásese con un enterrador o con un verdugo; con quién sea, menos con un periodista".
Susan Sarandon (la novia en capilla): "Pero Hildy va a dejar el periodismo".
Walter Matthau: "No se pueden quitar las manchas a un leopardo, ni enganchar un caballo de carreras a un carro de basura".
No, no vamos hablar de mi profesión, lo dejamos para otro día, sino de lo que cuenta el diálogo en esencia. Tal vez en sueños podamos llegar a pensar que alguien puede cambiar su vocación. Las circunstancias nos podrán obligar a tomar otros derroteros y quizá vías alternativas no previstas ni contempladas, pero aquello que prende con fuerza en el corazón, no se apaga nunca y aún pasando los años y muertas quizá las ilusiones iniciales que nos hicieron apostar a que seríamos tal o cual cosa en la vida, si surge la oportunidad, volveremos a ellas, porque se puede engañar –si no queda más remedio- a la razón, pero jamás al corazón.
Reflexión final: Las ‘manchas del leopardo’ atenuadas, difuminadas, desvanecidas, siempre estarán ahí y por siempre estaremos dispuestos a volver a aquello que nos entusiasma y que debimos dejar, porque sabemos que si uno se ocupa en aquello que le apasiona, deja de trabajar y simplemente se dedica a jugar.
*No os perdías una escena de la película pinchando sobre la frase de hoy ¿Quién demonios va a leer el segundo párrafo?

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