Revista Espiritualidad
234.- “Sin importar quién sea y lo que esté haciendo… algún tipo de excelencia está a mi alcance.”
Por Ignacionovo
Autor: John Gardner. La línea de trabajo que se deriva de la frase de hoy, nos anima a plantearnos la posibilidad de alcanzar la excelencia en cualquier parte donde estemos y con cualquier tarea que desarrollemos y nos intenta descubrir por tanto, que la excelencia -entendida como la superior calidad que hace digno de singular aprecio y estimación algo- no se reserva estrictamente para las grandes ocasiones o los grandes quehaceres o los proyectos más deslumbrantes. De hecho, siempre está a nuestro alcance.
Desarrollemos la idea. Cada persona llega todos los días a su puesto de trabajo con un espíritu concreto y una mentalidad distinta. Muchos, con la actitud ‘enriquecedora’ de que el día transcurra lo más rápidamente posible, para volver a casa con celeridad y festejar allí las cosas que el ‘aburrido e inoportuno’ trabajo no les deja hacer.
Otros, sintiendo que deben dar sólo y exclusivamente hasta un determinado rendimiento, porque por ello te pagan, pero que como al fin y al cabo te van a pagar lo mismo hagas lo que hagas, tampoco es demasiado juicioso esmerarse en el esfuerzo. Cumplir, es en este caso, el objetivo. Sin más.
Y al fin, hay gente que encara su jornada laboral, planteándosela como un reto, en el que lo importante es tratar de hacer las cosas siempre de la mejor manera posible y buscando vías creativas y alternativas de mejora a lo que hacen. Tengo la sensación de que estos últimos lo pasan mejor y disfrutan más que los anteriores.
La tarea nunca debería tener que ver. Lo que tendría que contar para aportar una diferencia de valor, es la persona que la desarrolla.
Seguro que a todos nos gustaría encontrarnos en el frente principal, afrontando desafíos deslumbrantes y jugando en la primera división de nuestras respectivas profesiones, pero resulta que quizá por ahora no es así y ello no tiene que significar que en lo que hagamos hoy, por pequeño que sea, por rutinario que resulte, por monótono que parezca, no podamos aplicar unas mínimas gotas de excelencia.
¿Cómo? Consistiría en exigirse más a uno mismo y no detenerse a pensar en si hacerlo bien se va a valorar o no (yo sé que al final si) o si me pagarán más por hacerlo mejor o no (más tarde o más temprano será así), o si el resto lo hace también o no (¿Te debe importar lo que haga el resto?) Si te exiges más, hazlo simplemente por ti, por tu satisfacción personal y por el hecho de que cuando culminas un trabajo superior, te sientes muy bien.
Reflexión final: ¿Cuántas veces te has preguntado en los últimos meses si el trabajo que has terminado y entregado, se podía haber hecho mejor? En la respuesta probablemente esté el germen de los resultados que obtendrás a cambio de lo que haces.
Desarrollemos la idea. Cada persona llega todos los días a su puesto de trabajo con un espíritu concreto y una mentalidad distinta. Muchos, con la actitud ‘enriquecedora’ de que el día transcurra lo más rápidamente posible, para volver a casa con celeridad y festejar allí las cosas que el ‘aburrido e inoportuno’ trabajo no les deja hacer.
Otros, sintiendo que deben dar sólo y exclusivamente hasta un determinado rendimiento, porque por ello te pagan, pero que como al fin y al cabo te van a pagar lo mismo hagas lo que hagas, tampoco es demasiado juicioso esmerarse en el esfuerzo. Cumplir, es en este caso, el objetivo. Sin más.
Y al fin, hay gente que encara su jornada laboral, planteándosela como un reto, en el que lo importante es tratar de hacer las cosas siempre de la mejor manera posible y buscando vías creativas y alternativas de mejora a lo que hacen. Tengo la sensación de que estos últimos lo pasan mejor y disfrutan más que los anteriores.
La tarea nunca debería tener que ver. Lo que tendría que contar para aportar una diferencia de valor, es la persona que la desarrolla.
Seguro que a todos nos gustaría encontrarnos en el frente principal, afrontando desafíos deslumbrantes y jugando en la primera división de nuestras respectivas profesiones, pero resulta que quizá por ahora no es así y ello no tiene que significar que en lo que hagamos hoy, por pequeño que sea, por rutinario que resulte, por monótono que parezca, no podamos aplicar unas mínimas gotas de excelencia.
¿Cómo? Consistiría en exigirse más a uno mismo y no detenerse a pensar en si hacerlo bien se va a valorar o no (yo sé que al final si) o si me pagarán más por hacerlo mejor o no (más tarde o más temprano será así), o si el resto lo hace también o no (¿Te debe importar lo que haga el resto?) Si te exiges más, hazlo simplemente por ti, por tu satisfacción personal y por el hecho de que cuando culminas un trabajo superior, te sientes muy bien.
Reflexión final: ¿Cuántas veces te has preguntado en los últimos meses si el trabajo que has terminado y entregado, se podía haber hecho mejor? En la respuesta probablemente esté el germen de los resultados que obtendrás a cambio de lo que haces.
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