Revista Viajes

24-33/365 Variaciones del silencio. Maltería

Por Marikaheiki

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Arriba de la quebrada el silencio se mide en variantes líquidas. Nunca es perfecto; siempre hay una especie de barniz que rebervera por encima del no-sonido. En Maltería estamos isolados asolados solos. La escritura sobre la mesa pintada del jardín de la casa.

A y yo aparecemos aún de noche de entre las curvas andinas.

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La casa son los colores y, a veces, viceversa. No necesitamos la gente, las noticias, internet, los centros comerciales. No duele, tampoco, no saber qué están haciendo todos esos desconocidos del facebook. Desprenderse de hábitos y usos, prestar atención a si el barranquillo pasó la mañana posado sobre las ramas del árbol de allá, preparar desayuno para cinco y ser siete. Hemos llegado al lugar donde necesitábamos llegar: el arte, los colores neón, las vírgenes de A y las calaveras, los cuadros a brocha, el pasto que huele (siempre huele) y abajo de la falda de la montaña respirar hondo y dedicarle un minuto a los músculos de las piernas, tres a los de la espalda, siete tal vez a las manos cóncavas. Tiempo elástico significa pasar horas concentrada en una línea del dibujo que estoy haciendo. Tiempo elástico significa también, le digo a Maja sobre la roca del pensamiento, estar diez días atrás y diez adelante, estar todavía en Madrid algunas veces y al mismo tiempo haber abandonado todo lo que soy en el otro continente. Y la no-prisa.

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Amanece soleado y de a poco el cielo se hace lluvia. Amo pintar. Releo las cartas de Van Gogh a Théo y las encuentro lúcidas. También apareció un libro de Cortázar junto a la cama que no terminé de leer. Me pregunto sobre la relación entre la alteridad y el arte o la escritura. En la medida en la que existe un narratario, un espectador, la intención de lo creado cambia por completo. ¿Se escribe y se crea para qué exactamente? V me dice en Bogotá que MM escribe por urgencia y esa palabra que me había parecido fea de pronto adquiere el sentido para la que fue dada. En esta urgencia no hay una vinculación con el tiempo, sino con la necesidad: hemos desarticulado el significado original de un término para apropiárnoslo y utilizarlo a gusto propio. Nunca hablé de la Bogotá que vi: entre lo gigántico, entre los ñeros y los baches de la Caracas, entre las casas pintadas de la Candelaria y los nombres de frutas afrodisíacas apareció un hilo conductor que me llevó de los versos de Arango o de Jaramillo Agudelo en la Merlín a los ojos claros como punzones de Mario Mendoza. Todos hablan de los estratos y me parece más sencillo preguntarle a V si es un 2 o un 4 que preguntarle sobre qué escribe. Ideamos un París 1920 donde arribaran de nuevo los artistas, pero en el trópico esta vez. Lectura in the meanwhile: París como mitología (dice JC: “Porque cada generación revive en su juventud un cierto París, que sólo cuando uno envejece se va progresivamente desmitificando”).

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Escribir cartas como fluir de conciencia y después leerlas y no rebajar el tono ni borrar las confesiones con lo poco que me habría costado haberlo hecho. Pero a veces hablo como escribo y en los coches que nos levantan cuando echamos dedo en la 25 dirección La Pintada la mujer bonita de R se queda pensativa cuando le explico por qué me parece mejor no acotarme con palabras, no consentir que todo mi peso se soporte sobre un título universitario, una edad en un carnet de cartulina, un nombre, un lugar de procedencia, una idea de lo que significa futuro. Lo que me mueve a viajar hoy es ponerle nombre a los árboles que encontramos a orillas del Cauca –el samán, el guayacán con las flores amarillas esparcidas por el piso de grava mal templado- y también a los pueblos que atravesamos limpiamente –Jericó, Palestina, Andes, Risaralda, Ríosucio, donde aún celebran los carnavales del Diablo, Las Cositas, Támesis.

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También hay miedo como mitología en este lugar. Quieren que intuya en cada persona que nos cruzamos el fracaso de este viaje-vida o de este viaje-libro (porque estamos leyendo un continente en sus líneas más pequeñas) pero lo cierto es que los buenos son más numerosos que los malos, nos dice Irma, y creo que tiene razón.

En Colombia te van a raptar.

En Colombia te van a robar.

En Colombia te van a violar.

En Colombia te van a timar.

En Colombia te van a matar.

No son más que verbos de la primera conjugación (y todos sabemos que la primera conjugación siempre fue un poco soberbia).

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Toda la paz durante el día –pintura y pompas de jabón- se traduce durante la noche en poderosas imágenes oníricas que me despiertan con miedo. Sé que hubo purgatorio: aunque me crea libre, lo cierto es que estoy formada por materia social. El colegio, la familia, los amigos, la universidad, los viajes, la escuela de la vida, todas esas cosas han influido en la personalidad de hoy junio. Encuentro en los gestos de mis padres los míos propios algunas veces cuando regreso. Creo que se puede vivir de otra manera, también, como algunas de mis amigas con las que compartí Asia y Europa. No creo en un dios con nombre propio, pero he notado que sí hay una fuerza que late a veces y cruza y envía señales estratosféricas desde el otro lado del Atlántico. En sueños he vivido el purgatorio de la muerte de D y fue tan vívido como un laberinto. Después hubo tres días y tres hombres y encuentro paralelismos entre los tres sueños: fueron narrados por mi subconsciente como un cuento. No necesito el yagé, sino un diario de sueños: hay cosas que no sé que siento pero las intuyo en los trazos desdibujados de las ciudades invisibles que habito de noche. A ellos los llevo conmigo allá y todavía P tiene la cara de niño que tenía entonces, cómo saber si ahora ya no tiene las comisuras hacia arriba como las tenía antes si hace años que no nos vemos. En estos casos, yo ya no soy yo –o quizá soy más yo que nunca y el pronombre personal primero queda completado por fin en la sinergia entre pasado, presente y futuro sin interrupciones y sin que la aparente linealidad del tiempo se interponga entre las diferentes personas que soy y he sido. Lo onírico ha cobrado vida y al despertar las historias son lúcidas y cada símbolo adquiere un significado contundente y único. La ausencia de relojes trenes redes ropa tiempo Europa limpia la mente de los hilos sueltos y de las obsesiones. Calidad de pensamiento arriba de la quebrada.

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De Worlds of Tangier, Paul Bowles:

“Una ciudad, como una persona, casi siempre deja de tener un único rostro en cuanto la conoces íntimamente.”

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Horacio se siente solo.

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En la piedra digo: “el barranquillo se posa en el árbol”.

No es real porque nunca lo he visto; es veraz, porque sé que ocurre.

Pero decir: “yo lo he visto” (de hecho, ya lo hice) convierte todo las circunstancias que rodean la afirmación en pura ficción.

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Esta noche no he soñado.

Siento que el pasado se ha desvanecido por completo.

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 Gracias de nuevo a Adriana, Andrés y Mya Francesca por acogernos en su precioso hogar El Color de mis Rêves.

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