Revista Europa

Por Kartoffeltortilla @kartoffeltorti

Cuando comencé este blog, y hablaba de mi traslado a Alemania, escribía que había cambiado el chip. Siempre me he considerado una urbanita. Por eso, cuando llegamos a Münster, pensé que me resultaría difícil adaptarme a una ciudad pequeña, con una oferta cultural reducida y llena de campo. No fue así. Disfruté de cada rincón de la ciudad y desarrollé nuevas aficiones como ir en bici a todas partes, la jardinería y pasear sin prisas. Y sin cascos. El sonido de los pájaros y el aire en los árboles era suficiente música para el camino. Pero, ahora que vivo en Colonia, he recuperado hábitos propios de la gran ciudad y que había casi olvidado.

Viajar en metro

Cuando vivía en Madrid me encantaba viajar en el subterráneo. Me ponía los cascos y las gafas y me sumergía en la lectura que tuviera entre manos en aquel momento. Los trayectos se me pasaban volando y aprovechaba para ponerme al día de las lecturas pendientes y nuevos grupos musicales.

Obviamente, añoro ir sobre dos ruedas por la ciudad. Aunque el paseo por las calles de Köln no me resulta tan atractivo y sobre todo tan seguro. Vivo cerca del centro y, aparte de la ausencia de carril bici en muchas zonas, los conductores de vehículos no son tan cívicos como en Münster. Por la noche, además, muchos ciclistas van sin luces y no los ves hasta que no están encima.

Usar colonia

Es posible que, ahora mismo, estés pensando algo raro sobre mí. Sin embargo en Münster, el olor a plantas y flores estaba por todas partes y no me gustaba echarme colonia. Me daba la sensación de que, si lo hacía, perdía una parte de todos esos aromas naturales. Aquí, en Köln, la nariz percibe mucho más la contaminación, el tufo a pis de los subterráneos y la extraña mezcla de efluvios en el transporte público.

Tener la agenda llena

Es cierto que, para lo pequeño que era Münster, había un montón de eventos y actividades para hacer todas las semanas. Pero la oferta cultural y cinematográfica siempre me pareció un poco escasa. Aquí, ya he acudido a un festival de cine y a dos de fotografía. También hay una gran variedad de cafés y restaurantes donde probar cosas nuevas y alternar con gente de todo el mundo. Y la cantidad de asociaciones e iniciativas que permiten hacer red. Me encanta la interculturalidad que impregna toda la ciudad y que hace que me sienta más libre y anónima.

Ir con prisas

Pero no todo iban a ser cosas positivas. Un mal hábito que he recuperado de mi vida en la capital es el de ir con corriendo a todas partes. Muchos planes y tareas, que se van acumulando en la agenda y, aunque no quiera, acaban superándome y hacen que tenga que mirar el reloj más veces de las que me gustaría. Por suerte, me doy cuenta de aquel viejo vicio que tan poco me gustaba y trato de reorganizar los planes para poder ir tranquila de un lado a otro. Me gustaba la vida sin estrés que llevaba en Münster así que, voy a intentar seguir con ella en la medida de lo posible.

Llevar bolso y tacón

Puede que sea un hábito un poco frívolo, pero en Münster había relegado ambos complementos al altillo del armario. Los continuos días lluviosos y el ir siempre en bicicleta me obligaban a llevar siempre una mochila, en la que echar las numerosas capas de quita y pon. De paso, para no llevar más bultos, aprovechaba para llevar en ella la cartera y demás cacharros que hubiera llevado en el bolso.

Y, bueno, los tacones... Vi a muchas mujeres pedaleando con ellos. Yo no llegué a atreverme. Y con la llegada del frío, menos.

Y tú, ¿tenías hábitos que has modificado al llegar a Alemania?

Imagen obtenida en Unplash.


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