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Hoy en día, todavía son muchos los que se han puesto una venda en los ojos y no quieren ver lo que a todas luces resulta evidente: las librerías virtuales, día tras día, van ganando cada vez más consumidores, pues realmente los bibliófilos, con este nombre tan literario, no somos más que consumidores de un bien de consumo, cultural, sí, pero en resumidas cuentas, de consumo.
Y no faltarán las voces discordantes y las acaloradas opiniones de estos acongojados bibliófilos y bibliotrópatas atribulados que se resisten al cambio. Pero no será que cuando hablamos de librerías, quizás las estamos idealizando y cada vez que pensamos en ellas nos las imaginamos como el Cementerio de los Libros Olvidados en La sombra del viento, o la de Zaratustra en Luces de bohemia, con grandes columnas de libros amontonados y polvorientos, sin ningún orden aparente, sólo el del librero que conoce todos y cada uno de sus libros, y con arcanos tesoros bibliófilos aguardando ser descubiertos por nosotros. Sin embargo la realidad es bien distinta: grandes y exitosas cadenas de librerías, o incluso pequeñas, que para el caso lo mismo da, pues todas coinciden en mostrar cuidadosa y ordenadamente, siguiendo las más escrupulosas reglas de merchandising para promover el autoservicio de bestsellers, principalmente novedades o libros de rabiosa actualidad o recuperaciones de éxitos pasados pero bajo la etiqueta de inédito en un sello independiente; por lo que creo que esas utópicas librerías sólo han quedado para materia de una novela de Vilas-Mata.
Quizá esta celebración no sea más que la crónica de una muerte anunciada, y más que una fiesta ha de ser un tiempo para la reflexión, pues a los libreros, como a los bibliotecarios, otro gremio que va a pasar a engrosar la lista de los oficios tradicionales desaparecidos, no les queda más que reinventarse si quieren vivir de aquello que más le gusta. Aún no lo tienen todo perdido, pues en su haber tienen algo que no poseen las librerías virtuales, el trato humano, el reconocer ese libro que más se ajusta a tus gustos literarios, y que él conoce mejor que nadie, y en definitiva, como dice la CEGAL en su declaración de principios, el librero es aquel que tiene la capacidad de hacer de su librería un destino único.