Revista Coaching

253.- “No, gracias.”

Por Ignacionovo
Autor: Edmond Rostand. Hoy combinamos los “Pensamientos insuperables” de cada semana con nuestra también habitual visita al cine, para recrearnos en el recuerdo de quien es mi personaje de ficción favorito; “Cyrano de Bergerac”.
Poeta y espadachín expresa su amor por Roxane por intermedio de Christian, el soldado a quien en verdad ella ama. Fanfarrón, de genio vivo pero a la vez ingenioso e irónico, noble y orgulloso, sobresaliente con la espada y genialmente locuaz, Cyrano esconde en secreto la pasión que le atormenta una y otra vez y que será su más dura batalla y la más cruel, hasta el punto de llevarle al sacrificio consciente y al engaño sublime con el fin de ver correspondido su amor… a través de otro.
Os dejo esta declaración de principios de Cyrano y el correspondiente fragmento de la película protagonizada -de forma insuperable- por Gerard Depardieu.
“No, gracias.”
«Hay ciertas cosas en el mundo ante las cuales uno se debe revelar… (dice Cyrano)

Oh, tu gran independencia, tu orgullo… ¿Cómo esperas triunfar en esta vida? (dice su amigo).
La respuesta de Cyrano… ¿Qué te gustaría que hiciese? ¿Buscar la protección de un gran hombre como la hiedra que abrazada al tronco del árbol va lamiendo su corteza y va trepando con astucia?
No, gracias.
¿Hacer el bufón con la única esperanza de forzar la sonrisa de un rostro frío?
No, gracias.
¿Esperar a que un imbécil me siente a su mesa, hacerme callos en las rodillas ejecutar contorsiones con agilidad dorsal y arrastrarme como una serpiente?
No, gracias.
¿Rascar con mi mano izquierda algo de oro mientras mi mano derecha fingiendo ignorarlo recoge la limosna?
No, gracias.
¿Consumir el fuego que Dios me ha dado quemando incienso todo el día?
No, gracias.
¿Esforzarme para que mi nombre salga en una columna de la gaceta? ¿Calcular, conspirar, temer?
No, gracias.
¿Hacer visitas en lugar de escribir poemas? ¿Buscar recomendaciones, favores e influencias?
¡No, gracias! ¡No, gracias! Mil veces, ¡no, gracias!
En cambio; cantar, soñar, escribir, pasear por donde me plazca, libre para juzgar las cosas como son y decir la verdad con voz vibrante, poder colocarme el sombrero como quiera. Y por un sí o un no, luchar o escribir, pero únicamente los versos que me inspire el corazón. Andar por un camino con sol o con estrellas, siéndome indiferente que conduzca a la fama o a la fortuna. Y decir alegremente: alma mía, conténtate con flores, con espinas, o con malas hierbas…siempre que sean de tu jardín. En una palabra, soy demasiado orgulloso para ser un parásito. Y si mi naturaleza no tiene alas que me lleven hasta el cielo, prefiero estar en la tierra como el pino montañero. Quizás no muy alto, pero solo.»

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