Revista Coaching

265.- "Saber y saberlo demostrar es valer dos veces."

Por Ignacionovo
Autor: Baltasar Gracián y Morales (Escritor español del Siglo de Oro que cultivó la prosa didáctica y filosófica) En su referencia dentro de Wikipedia, se dice de él que llegó a forjar un estilo construido a partir de sentencias breves muy personal, denso y concentrado (…) el resultado es un lenguaje lacónico, lleno de aforismos y capaz de expresar una gran riqueza de significados.
Buena parte de sus obras se ocupan de dotar al lector de habilidades y recursos que le permitan desenvolverse entre las trampas de la vida. Para ello debe saber hacerse valer, ser prudente y aprovecharse de la sabiduría basada en la experiencia.
Hoy en nuestros “Pensamientos insuperables”, rescatamos algunas de las sentencias de un best seller de hace unos 350 años y uno de los libros más enriquecedores que podemos llegar a leer.
“El arte de la prudencia” (Baltasar Gracián 1647)
Carácter e inteligencia: los dos polos para lucir las cualidades; uno sin otro es media buena suerte. No basta ser inteligente, se precisa la predisposición del carácter. La mala suerte del necio es errar la vocación en el estado, la ocupación, la vecindad y los amigos.
El saber y el valor contribuyen conjuntamente a la grandeza. Hace al hombre inmortal porque ellos lo son. Tanto es uno cuanto sabe, y el sabio todo lo puede. Un hombre sin conocimientos es un mundo a oscuras. Es necesario tener ojos y manos, es decir; juicio y fortaleza. Sin valor es estéril la sabiduría.
Estar en la cima de la perfección. No se nace hecho. Cada día uno se va perfeccionando en lo personal y en lo laboral, hasta llegar al punto más alto, a la plenitud de cualidades, a la eminencia. Algunos nunca llegan a ser cabales, siempre les falta algo; otros tardan en hacerse.
Aplicación y capacidad. No hay eminencia sin ambas, y si concurren, la eminencia es aún mayor. Es mejor conseguir una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. La reputación se compra con trabajo: poco vale lo que poco cuesta.
Moderar la imaginación es el todo para la felicidad. Unas veces hay que refrenarla y otras ayudarla: el buen sentido la ajusta.
Ser buen entendedor. Saber razonar era la más elevada de las artes; ya no es suficiente: ahora es necesario adivinar, y más en asuntos que pueden decepcionar. No puede ser entendido el que no sea buen entendedor. Las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir. El prudente debe saber entenderlas: resuena la credulidad en las cosas favorables y la estimula en las odiosas.
Mejor lo intenso que lo extenso. La perfección no consiste en la cantidad, sino en la calidad. Todo lo muy bueno fue siempre poco y raro: usar mucho lo bueno es abusar.

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