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294. Causa y efecto

Publicado el 23 noviembre 2023 por Cabronidas @CabronidasXXI

    Supongo que nuestros mayores nos educaron en función de unas directrices de corrección política. Nos dijeron que robar y mentir son asuntos de malas gentes y que la ostentación y la vanidad son de mal gusto. También nos explicaron que la ignorancia es atrevida y que ser un cenutrio iletrado no conduce a ninguna parte. Nos enseñaron que no importa el color de las personas y que el respeto ha de ser algo recíproco. Y que no tenemos que abundar en la molicie y la estulticia. Nos contaron que matar era el más terrible de los pecados.

    No sé si han hecho un buen trabajo.

    Nos movemos entre la casualidad y la causalidad, y entre esas dos variantes ocurre todo. La combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables, o el principio según el cual nada puede existir sin una causa suficiente. No sé si hay alguna diferencia al respecto. Soy bastante profano en el tema y tampoco me interesa. Pero a fin de cuentas creo que ambos conceptos tienen una explicación basada en la percepción de ciencias o creencias muy susceptibles al debate.

    En función del reciente resultado electoral a la presidencia de Argentina, he recordado la inesperada muerte del fiscal Alberto Nisman, cuatro días después de que denunciara a la presidenta de Argentina de aquel entonces, Cristina Fernández y a otros funcionarios afines, por el encubrimiento de los terroristas iraníes acusados de perpetrar un atentado contra la AMIA en 1994. 

    Alberto, una vez hecha la denuncia, iba a exponerla (con pruebas y demás) ante la Comisión de Legislación Penal. Pero no pudo hacerlo, puesto que horas antes de la comparecencia lo encontraron en su departamento con un balazo en la sesera. El ministro iraní de Exteriores afirmó que el señor Nisman se suicidó —cómo no—, pero investigaciones posteriores demostraron todo lo contrario. Mientras, Cristina Fernández consiguió esquivar la gran bola de mierda que se le venía encima.    

    ¿Casualidad o causalidad?

    Ahora, como es bien sabido, el presidente de Argentina es el delirante subhumano de la motosierra. Pero al menos no engaña como Cristina: lo ves venir de lejos.



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