Pasa el tiempo, pasa la gente, jugadores, presidente y los entrenadores cuerpo presente corren la misma suerte.
Habla la leyenda que existe un hombre llamado, Alex Ferguson, capaz de conservar su puesto en el banquillo durante 27 años. A excepción de Sir, mantener el puesto de trabajo dos, tres años en una misma entidad se presenta como un reto complicado.
Ser el director de una orquesta que no siempre hace caso y cabeza de turco en un mar de tiburones, ejerce una presión sobre el individuo incapaz de aviar.
Tenemos dos ejemplos muy claros y cercanos. El aspecto de Josep Guardiola cuando se hizo cargo del Barca en el verano de 2008, era el de un jugador veterano aún en activo. Si comparamos esa imagen con la del día de su despedida, comprobaremos que su etapa en el banquillo culé había hecho mella en el técnico de Santpedor. ¿Y Mou? Apareció en Madrid el día de su presentación y podría ser mi hermano. Después de tres temporadas en la “Casa Blanca” pasaría perfectamente por mi abuelo.
Ni media temporada trascurrida colocan en la cuerda floja a tres principales entrenadores. El más veterano en los banquillos, Pepe Mel, un valiente temerario, Paco Jémez y la revelación en la pasada campaña, Miroslav Djukic. Tres hombres, misma dinámicas preocupantes y negativas, se encuentran en un bucle cerrado donde huir solo pasa por remar todos en la misma dirección creyendo en las base inicial del proyecto.