Revista Coaching

360.- "El que no tiene tiempo para dolerse, no tiene tiempo para enmendarse."

Por Ignacionovo
Autor: Henry Taylor. El otro día leí a un articulista (también magnífico escritor), criticar a todos aquellos personajes que en las entrevistas contestan de forma unánime y monocorde que no se arrepienten de nada de lo que han hecho a lo largo de su vida. El autor, Javier Marías, subrayaba que él si se arrepentía y muchas más veces de las que cabría pensar.
Arrepentirse de todo lo que nos haya salido mal o regular en la vida, es un planteamiento vital absurdo, pero no arrepentirse de nada parece claramente un rasgo infinito de soberbia.
Partamos del hecho incontestable de que todos nos hemos equivocado, con mayor o menor envergadura, alguna vez en nuestra vida. Por poner ejemplos: en más de una ocasión habríamos deseado que tal o cual situación no se hubiera resuelto de la forma en que lo hizo, debido a nuestra patosa intervención. Todos, o muchos al menos, nos hemos lamentado de nuestros arrebatos de ira, de nuestras pésimas elecciones o de nuestras decisiones; a veces completamente disparatadas. Con el tiempo nos apena haber prescindido del buen consejo que nos dieron o de haber rechazado una mano que nos alargaban para ayudarnos en un asunto en el que acabamos mal parados.
Nos arrepentimos, si somos honestos, de haber fomentado tal o cual amistad que después nos traicionó o de habernos enamorado de la persona que no lo merecía. Por arrepentirnos (somos así de raros), nos arrepentimos incluso de las decisiones que el paso del tiempo demostró acertadas y que, sin embargo, no eran las que de corazón hubiéramos querido tomar.
Y por último, el peor de los arrepentimientos: el que proviene de las palabras calladas y las obras inacabadas. Siempre pesa más en el balance lo que no hicimos, que aquello que si llegamos a hacer, y si me apuras, aunque resultara finalmente una calamidad.
Arrepintámonos si nos conforta, pero pongamos un límite a los arrepentimientos. Concluyamos que arrepentirse del mal o el daño que hayamos podido hacer a los demás parece necesario, pero que otra cosa bien diferente es arrepentirse permanentemente de las decisiones libremente adoptadas sin que haya mediado ningún daño ajeno.
Hemos llegado a ser lo que somos como el compendio y la suma de todo cuanto hicimos y fuimos, y si nos arrepentimos de las decisiones tomadas, recordemos que sin ellas, no seriamos tampoco la misma persona que somos ahora.
Y otra cosa curiosa que leí en alguna ocasión en torno al arrepentimiento y que me parece muy cierta: si bien podemos llegar a arrepentimos del mal causado, jamás parece que lo hagamos del bien que dejamos de hacer. Si tenemos oportunidad de hacer bien a alguien y conscientemente no lo hacemos, aun a sabiendas de que eso podría ayudarle, también cabría el arrepentimiento, ¿no?
Reflexión final: Arrepentirse no es un verbo en acción. Debe comprender la reparación o el cambio para que tenga algún efecto… porque no borra nada.

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