Autor: Rosa Montero. No hay nada que duela más que preparar el funeral y el consiguiente entierro de un sueño largamente anhelado. No hay nada más difícil que acabar reconociendo la imposibilidad de un ideal alimentado fervientemente por tanto tiempo, que ya formaba parte indisoluble de tu esencia y de tu ser.Pero no recorramos todavía el camino del cementerio y remontémonos a cuando todavía era posible cumplirlo y centrémonos en lo que estábamos dispuestos a hacer para conseguirlo.
En primer lugar, desmintamos sin complejos a los gurús de la motivación que nos dicen que todos los sueños son posibles. Y desmintamos a todo aquel que nos diga que todo absolutamente se puede conseguir en la vida, sólo con pensar insistentemente en ello. Simplemente, todos sabemos que no es así y que a veces hay sueños que se nos escapan a pesar de haberlos perseguido con afán… o quizá por eso mismo.
Lo importante, en cualquier caso, será ir tras su estela y ello aunque seamos conscientes de su dificultad y aunque tengamos claro que el porcentaje de posibilidades de que se cumplan resulta objetivamente ínfimo. Importa ir a tras ellos con vehemencia y decisión, porque lo que nos deja un sueño incumplido como regalo, es todo lo que hicimos por conseguirlo. Todas aquellas habilidades que debimos de adquirir, todo el sentimiento desplegado, toda la imaginación, toda la creatividad y el entusiasmo invertido en su búsqueda.
Solo por el hecho de que algunos sueños no se cumplan, no nos vamos a coartar y dejar de soñar. Cuando pasamos a recordar más que a soñar, ya no tenemos remedio y por ello hay que procurar mantener los sueños vivos e incandescentes.
Cuando un sueño muere irremediablemente, hay que llamar al forense de los deseos para que certifique su defunción, no sea que lo demos antes por muerto de que lo esté, pero una vez una voz autorizada e imparcial nos diga que efectivamente así es, busquemos rápidamente uno nuevo y no nos quedemos estancados y compungidos a pie de la sepultura.
Habrá, (ya sabes como se construye un sueño), que trabajar arduamente de nuevo. De nuevo sentir, de nuevo pensar, y de nuevo construir la esperanza de cumplirlo, pero quizá este nuevo si sea el sueño bueno de tu vida y por lo tanto, la labor de construir sueños nunca ha de hacerse con indiferencia... porque quién sabe.
Reflexión final: Nunca sabemos ni si nuestros sueños se cumplirán ni cuando lo harán, lo único que nos queda es ir siempre tras todos sin despreciar ninguno por loco que parezca.
