Muerte ha sido testigo del primer origen sin que lo advirtamos. Nos ha visto nacer y nos ha concedido una vida de ventaja antes de venir a buscarnos. Sus cuencas sin fondo han presenciado, imperturbables, cada segundo insignificante de nuestra existencia.
Algunas veces ha negociado con Suerte para conseguirnos un tiempo extra, y otras ha pactado con Destino para reescribir nuestro guion. Siempre se las ha arreglado para posponer lo inevitable, porque no tiene prisa y todo final acaba llegando.
Qué sucederá el día que Muerte carezca de propósito porque no quede nada ni nadie. Quizá espere a que Vida, de algún modo, se abra paso de nuevo para restablecer el ciclo. Como siempre ha sido, como viene siendo, y como siempre será.