Revista Diario

39, o el abismo total

Por Chak

Cumplí 39 años. Pero emocionalmente sigo sintiéndome como si tuviera 18. Inmaduro, tremendamente inseguro. Temeroso de absolutamente todo: de lo que existe en la realidad pero con más miedo de lo que ocurre en mi cabeza. Cumplí 39 y me siento más perdido y desamparado que cuando cuando era niño. Tengo tanto terror a lo que puedo provocar con mis poco inteligentes decisiones, que he optado por dejar de tomarlas. He preferido sencillamente esperar a que me digan qué debo hacer pare evitarme la pena, la responsabilidad y la frustración de enfrentar mis propias decisiones. Me da temor. Mucho temor. Pero también mucha hueva.

La psicóloga me dijo muy seria que debo renunciar a mi trabajo, si es que me provoca tanta depresión. Y sí, así es. Estoy tan profundamente deprimido que cada día es un suplicio levantarme y hacer el camino hasta la oficina. Y luego ya en la jornada laboral de 12 pesadas horas, no puedo mantener la concentración. Apenas paso de un página a otra y olvido qué estaba haciendo, se me van las ideas, las palabras se me escapan, se esconden, huyen, me esquivan y me dejan ahí sentado como un idiota mirando el monitor en espera de que algo pase: que las ideas me regresen mágicamente, que mi cerebro entre en shock y caiga fulminado sobre el teclado o que lleguen mis jefes y simplemente me despidan, ahorrándome el trabajo de hacerlo por mi propia boca.

Y en eso ando. Me debato entre mantener el empleo, donde por cierto me pagan bien, a costa de una tremenda tristeza y la sensación de que estoy muriendo un poco en cada segundo que pasa, o renunciar y buscar una manera alternativa y totalmente desconocida para mantener a mi familia.

¿Qué debo hacer? Si por un lado tengo esta sensación de que mi mente y mi cuerpo están al borde del colapso total, del rendimiento absoluto, de no poder más por las razones que sean (no quiero seguir, no puedo seguir con este trabajo), y por el otro tengo tres bocas que alimentar y una renta cara.

Las ofertas de trabajo no abundan. Y sinceramente lo que menos quiero es volver a meterme a una oficina a seguir haciendo lo que hago.

Diez años después de lo mismo me han dejado harto, asqueado, desilusionado. No quiero seguir en esto. Pero tengo esa sensación de estar en una espiral descendente. Cualquier decisión que tome, todo camino que inicie me llevará a un lugar cada vez peor.

Al menos donde estoy tengo una entrada de dinero segura para mantener a la familia. Si dejo eso, tendré sólo un enorme vacío. Y temo que sea tan grande y profundo que nunca podré llenarlo.

La psicóloga y mi esposa me dicen que lo haga, que deje todo, que todo estará bien. Pero no estoy seguro ni siquiera de lo que pasa por mi mente. No sé si mi malestar es real, o es solo una invención de mi mente desequilibrada. Tengo la sensación de que quien me ve, sabe que estoy en ese borde entre la locura, la brillantez y el total fracaso impulsado por la ineptitud. Yo me siento más como un total fracasado.


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