Revista Opinión

4 de julio: El discurso de un abolicionista negro

Publicado el 04 julio 2015 por Liberal

Pocas razones hay para celebrar un día como hoy en una época en la que Estados Unidos nunca ha tenido tanta desigualdad, violencia policial, falta de perspectiva y retrocesos varios en materia de derechos laborales y económicos. Hoy, en homenaje a un gran liberal DE VERDAD y abolicionista (no se puede ser liberal y esclavista), comparto el texto del famoso discurso sobre el 4 de julio pronunciado por el negro Frederick Douglass.

Ante la situación de hoy, ¿qué diría él? Insistir, sin duda, que los americanos no se limitaran a conmemorar los ideales de su guerra por la Independencia celebrando unos ideales atrapados debajo de un cristal en un museo. Celebrar el 4 de julio es un acto superficial y falso si los liberales no trabajamos para extender, para ampliar los ideales de la Declaración de Independencia americana. Las manifestaciones contra la violencia policial anti-negra en Ferguson, Missouri, las revueltas en Baltimore hace 1 mes, y el tiroteo sanguinario por parte de un terrorista joven varón de raza blanca, sureño y pro-confederado contra personas de raza negra en su iglesia rezando demuestran que NI HAY IGUALDAD aún NI HAY LIBERTAD del todo – siguen siendo proyectos y aspiraciones.

Pero leyendo el discurso de Douglass, podemos tener esperanza: que los principios y actos del pasado, vistos con perspectiva ante los actos del presente, pueden inspirar un camino hacia adelante. El asco y rechazo que ha provocado el ataque terrorista racista en Charleston, junto con el perdón ofrecido por las familias de las víctimas, han provocado un gran debate en la nación americana. El público americano ha estado preguntándose sobre qué justificación tienen muchos símbolos políticos poderosos que aún ondean en muchos estados sureños. Douglass nunca perdió la esperanza de que la retórica podía regenerar mentes y corazones, en el 4 de julio y en el 5 (cuando pronunció su discurso ante una audiencia de mujeres liberal-progresistas, de origen presbiteriano en su mayoría, y de raza blanca). Nosotros tampoco debemos perder la esperanza.

¿Quién era Douglass?

Era un hombre de la raza negra que nació esclavo en el año 1818, estado de Maryland. Para aprender a leer y escribir, tuvo que esconderse durante su etapa infantil. A los oligarcas nunca les ha gustado que los más pobres o desfavorecidos aprendan mucho. Como decían los racistas hace 100 años, “un negro que sabe mucho es un negro agresivo y chulesco”. Solo los blancos y ricos podían permitirse ese “lujo” de pedir derechos. A los 2 años Douglass se pudo escapar al norte libre. Se vuelve abolicionista y discursista. Todo un liberal de verdad.

En el año 1850, se aprueba la terriblísima ley del Esclavo Fugitivo para compensar el ingreso de California a la Unión americana como estado sin esclavos. Esto dejaría a los esclavistas en clara desventaja congresional. La ley es parte del famoso e infame Compromiso de 1850. Esta ley permitía a los esclavistas incluso penetrar estados del norte libre para esclavizar a negros, suspendiendo derechos al habeas corpus y lo que hiciera falta. Decenas de miles de negros huyeron a Canadá, claramente aterrados ante este nuevo atropello injusto. Los que se quedan inician su gran resistencia civil. Entre ellos, Douglass.

Este discurso se pronuncia en 1852 – fue invitado a Rochester, New York por la Sociedad de Mujeres antiesclavistas. Se pronuncia el día 5 de julio, porque esa era la fecha habitual para la comunidad de raza negra celebrar el 4 de julio.

El mes de junio fue terrible para la derecha libegal: se aprobó el matrimonio homosexual en todo el territorio americano, se avaló la ley sanitaria de Obama (Obamacare), quitaron muchísimas banderas confederadas de los capitolios sureños y matrículas de coches (avalado por el tribunal supremo). Ciertamente, un mes trágico para los reaccionarios que saben que ahora sí están perdiendo la guerra cultural en Estados Unidos. En Europa, también han sido unos meses realmente negativos para la derecha, especialmente en el sur de Europa: en España, el PP está perdiendo su poder y en Grecia los griegos quieren recuperar su democracia secuestrada por banqueros NO elegidos. Leed este discurso hoy porque aún tenemos mucho por hacer en nuestras sociedades occidentales. Por cierto, Douglass es uno de los primeros en usar la Biblia como arma antiesclavista. Es

Su discurso se transforma pronto en uno de los más importantes alegatos contra la esclavitud. No sólo la estructura retórica del discurso es perfecta, sino que además es de los primeros en usar la Biblia como arma antiabolicionista. Reproducimos aquí apenas unos extractos que muestran el coraje y la potencia argumentativa de Douglass.

Aquí tenéis algunos extractos de su poderoso discurso, traducido del inglés por el señor Sebastián Risau. Estuve buscando el texto completo pero bueno, sale traducido de forma que me gusta aquí.

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(…)
Conciudadanos, no es poco el respeto que siento por los padres de la república. Los firmantes de la Declaración de la Independencia eran hombres valientes. Eran también grandes hombres, lo suficiente como para dar un marco a una gran época. No es frecuente que una nación críe al mismo tiempo tal cantidad de hombres ilustres. El punto desde el cual estoy forzado a observarlos no es, ciertamente, el más favorable; y sin embargo no puedo contemplar sus actos con menos que admiración. Eran estadistas, patriotas y héroes y por lo bueno que hicieron, y los principios por los que lucharon, me uno a vosotros para honrar su memoria.

(…)

Sólo debe importarnos del pasado lo que pueda ser útil para el presente y para el futuro. Que sea bienvenido todo lo que pueda inspirarnos, todas las nobles acciones del pasado. Pero el momento, el que importa, es ahora.

(…)

Conciudadanos, con vuestro perdón, permítanme preguntar: ¿de qué se supone que hable hoy aquí ? ¿Qué tenemos que ver, yo y los que represento, con vuestra independencia nacional ? ¿Acaso nos alcanzan los grandes principios de libertad política y de justicia natural plasmados en la Declaración de Independencia ? ¿Y estoy en consecuencia llamado a traer nuestra humilde ofrenda al altar nacional, y a confesar los beneficios y expresar mi devota gratitud por las bendiciones de vuestra independencia ?

Quisiera Dios que, tanto por vosotros como por nosotros, se pudiese verdaderamente dar una respuesta afirmativa a estas preguntas. ¡Entonces mi tarea sería fácil, y mi carga ligera y agradable! ¿Porque quién es tan frío que no puede sentir el calor de la simpatía de una nación ? ¿Quién tan obstinado y cerrado a los reclamos de gratitud que no reconocería agradecido tales invalorables beneficios? ¿Quién tan estólido y egoísta que no sumaría su voz a los aleluyas del jubileo de una nación, cuando las cadenas de la servidumbre han sido arrancadas de sus miembros ? No soy yo ese hombre. Si las cosas fueran así, hasta los tontos podrían hablar con elocuencia y el “cojo saltar como una gacela “. [1]

Pero las cosas no son así. Digo esto con la triste conciencia de la disparidad entre nosotros. ¡Este glorioso aniversario no me incluye! Vuestra alta independencia apenas revela la inconmensurable distancia entre nosotros. Las bendiciones que hoy celebráis no son disfrutadas en común. La rica herencia de justicia, libertad, prosperidad e independencia que vuestros padres os legaron es compartida por vosotros, no por mí. Este 4 de Julio es vuestro, no mío. Puede que vosotros celebréis, pero yo debo llorar. Arrastrar un hombre encadenado al gran templo de la libertad, y pedirle que se una a vosotros en gozosos himnos, sería una burla inhumana y una ironía sacrílega. ¿Pretendéis vosotros, ciudadanos, burlaros de mí, al pedirme que hable hoy ?

(…)

¡Conciudadanos! detrás de vuestra tumultuosa alegría nacional escucho el lamento de millones cuyas cadenas ayer terribles y pesadas, se vuelven hoy más intolerables al escuchar los gritos del jubileo. Si los olvido, si hoy no recuerdo fielmente a esos sangrantes hijos del dolor, ¡”que mi mano derecha pierda su destreza y que mi lengua se pegue al techo de mi boca”! [2] Olvidarlos, pasar por alto sus injusticias, y unir mi voz al coro popular sería la traición más chocante y escandalosa, y me condenaría al oprobio ante Dios y ante el mundo. Mi asunto entonces, conciudadanos, es la ESCLAVITUD AMERICANA. Me referiré a este día, y a sus características populares, desde el punto de vista del esclavo. Desde esa posición, identificado con el esclavo americano, haciendo mías sus injusticias, no dudo en declarar, con toda mi alma, que el carácter y la conducta de esta nación nunca lucieron tan negros para mí como en este 4 de julio. Ya sea que se trate de las declaraciones del pasado, o de las profesiones del presente, la conducta de esta nación parece igualmente atroz y revulsiva. América falsea el pasado, falsea el presente, y se compromete solemnemente a falsear el futuro. ¡En esta ocasión, parado junto a Dios y al esclavo oprimido y sangrante, osaré, en nombre de la escandalizada humanidad, en nombre de la libertad encadenada, en nombre de la Constitución y la Biblia, desatendidas y pisoteadas, cuestionar, denunciar, con todo mi énfasis, todo lo que sirve para perpetuar la esclavitud, gran pecado y vergüenza de América! “No engañaré, no me excusaré” [3], usaré el lenguaje más severo que pueda encontrar; y sin embargo no diré una sola palabra que no sea reconocida como correcta y justa por aquellos que no estén cegados por el prejuicio, o quienes no son esclavistas de corazón.

Pero imagino que alguno de la audiencia dirá, es exactamente en esta circunstancia que usted y sus hermanos abolicionistas fracasan en impresionar favorablemente al público. Si argumentaran más y denunciaran menos, si persuadieran más y regañaran menos, su causa tendría más chances de triunfar. Pero, si me permite decirlo, cuando todo es evidente no hay nada que argumentar. ¿Sobre cuál punto del credo antiesclavista le gustaría que discuta? ¿ Sobre qué parte de la cosa necesita el pueblo de este país que se eche luz ? ¿Debo esforzarme en demostrar que el esclavo es un hombre? Pero este punto ya está aceptado. Nadie lo pone en duda. Los mismos esclavistas lo reconocen cuando promulgan leyes para su gobierno. Lo reconocen cuando castigan la desobediencia de un esclavo. En el estado de Virginia hay setenta y dos crímenes que, si son cometidos por un esclavo, merecen la pena de muerte, mientras que sólo dos de esos mismos crímenes hacen a un hombre blanco merecedor del mismo castigo. ¿Qué es esto sino el reconocimiento de que el esclavo es un ser moral, intelectual y responsable? La humanidad del esclavo es aceptada. Es admitida en el hecho de que en los estados del Sur los libros están llenos de leyes y ordenanzas que, bajo severas multas y penalidades, prohiben que se le enseñe a un esclavo a leer y escribir. Cuando usted pueda mostrarme leyes semejantes aplicadas a los animales del campo, entonces podremos discutir la humanidad del esclavo. Cuando los perros en sus calles, los pájaros del aire, el ganado en sus colinas, cuando los peces del mar, y los reptiles que se arrastran, sean incapaces de distinguir al esclavo de la bestia, en ese momento discutiré con usted si el esclavo es un hombre.

Por el momento basta simplemente declarar la humanidad de la raza negra. ¿No es sorprendente que, mientras que nosotros aramos, plantamos y cosechamos usando todo tipo de implementos mecánicos, levantamos casas, construimos puentes y barcos, trabajamos metales de bronce, hierro, cobre, plata y oro; mientas que leemos, escribimos y calculamos, haciendo de dependientes, mercaderes y secretarios, teniendo entre nosotros abogados, doctores, ministros, poetas, autores, editores, oradores y maestros; que mientras nos embarcamos en todo tipo de empresas comunes a otros hombres, buscando oro en California, cazando ballenas en el Pacífico, alimentando ganado y ovejas en las colinas, viviendo, moviéndonos, actuando, pensando, planeando, viviendo en familia como maridos, esposas e hijos y, sobre todo, confesándonos y adorando al Dios cristiano, y anticipando con esperanza la vida y la inmortalidad más allá de la tumba, se nos exija probar que somos hombres ?

¿Querríais que argumente que un hombre tiene derecho a ser libre? ¿Que es el legítimo propietario de su propio cuerpo? Pero ustedes ya lo han declarado. ¿Debo argumentar que la esclavitud es injusta? ¿Es esa una pregunta para republicanos? ¿Es algo que debe ser decidido usando las leyes de la lógica y la argumentación, como si fuera un asunto rodeado de grandes dificultades, que requiere una dudosa aplicación del principio de justicia, y difícil de comprender? ¿Cómo me vería hoy si, en presencia de Americanos, tuviera que dividir y subdividir mi planteo para mostrar que los hombres tienen un derecho natural a la libertad? Me pondría en ridículo e insultaría vuestra inteligencia. No hay un hombre bajo la bóveda celeste que no sepa que la esclavitud es injusta.

¿Qué, acaso debo argumentar que no está bien transformar a los hombres en bestias, robarles su libertad, hacerlos trabajar sin paga, mantenerlos ignorantes de sus relaciones con sus semejantes, apalearlos, arrancar su piel con el látigo, poner grilletes en sus miembros, cazarlos con perros, venderlos en subastas, destruir sus familias, romperles los dientes, quemar su carne, hambrearlos para que se sometan y obedezcan a sus amos? ¿Tengo que argumentar que un sistema tan contaminado y marcado con sangre es injusto? ¡No, no lo haré! Tengo mejores usos para mi tiempo y mis esfuerzos.

¿Qué queda entonces por argumentar? ¿Que la esclavitud no es divina, que no fue establecida por Dios, que nuestros doctores en teología se equivocan? Hay blasfemia en este pensamiento. ¡Lo que es inhumano no puede ser divino! ¿Quién puede demostrar semejante proposición? Los que puedan, que lo hagan; yo no puedo. Ya ha pasado el tiempo de tales argumentaciones.

Lo que se necesita en estos tiempos es la abrasadora ironía, y no argumentos convincentes. ¡Ay! si tuviera la capacidad, y pudiera llegar a los oídos de la nación, derramaría un ardiente torrente de mordaces burlas, de terribles reproches, de paralizante sarcasmo, y de severa censura. Porque lo que se necesita ahora no es luz, sino fuego, no la suave lluvia sino el trueno. Necesitamos la tormenta, el torbellino y el terremoto. La sensibilidad de la nación debe ser revivida, la conciencia de la nación debe ser despertada; la corrección de la nación debe ser sacudida; la hipocresía de la nación debe ser expuesta, y sus crímenes contra Dios y el hombre proclamados y denunciados.

¿Qué es para el esclavo americano vuestro 4 de julio? Yo contesto: un día que le revela, más que todos los otros días del año, la gruesa injusticia y crueldad de las que es la víctima constante. Para él, vuestra celebración es una farsa, vuestra declamada libertad, una profana licencia, vuestra grandeza nacional, hinchada vanidad; vuestras celebraciones, vacías y sin corazón; vuestras denuncias de tiranos, temeraria impudicia; vuestros gritos de libertad e igualdad, huecas burlas, vuestras plegarias e himnos, vuestros sermones y agradecimientos, con toda vuestra ostentación religiosa y solemnidad, son, para él, mera ampulosidad, fraude, engaño, impiedad e hipocresía, un tenue velo para cubrir crímenes que avergonzarían a una nación de salvajes. En este mismo momento, no hay una nación de la tierra que sea más culpable de crímenes escandalosos y sangrientos que el pueblo de los Estados Unidos.

Podéis ir por donde sea, buscar donde queráis, recorrer todas las monarquías y despotismos del Viejo Mundo, viajar por Sudamérica, documentar cada abuso, y cuando hayáis encontrado el último, comparad lo encontrado con las prácticas diarias de esta nación, y acabaréis diciendo conmigo que, en el terreno de la revulsiva barbarie y la desvergonzada hipocresía, América reina sin rivales.

Tomemos por ejemplo el comercio interno de esclavos que, según los periódicos, es ahora especialmente próspero. El ex-senador Benton nos dice que el precio de los hombres nunca ha sido tan alto como ahora. Menciona esto para mostrar que la esclavitud no corre peligro. Este comercio es una de las peculiaridades de las instituciones americanas. Se lleva a cabo en las grandes ciudades y pueblos de la mitad de la Confederación , y los que se ocupan de este horroroso trafico embolsan millones cada año. En varios estados este comercio es una de las principales fuentes de riqueza. Se lo llama “comercio interno de esclavos” (en oposición al comercio externo de esclavos). También es probable que se lo llame así para evitar el horror que suscita el comercio externo de esclavos. Este comercio es desde hace tiempo considerado un acto de piratería por el gobierno. Desde los lugares más importantes de la nación se lo ha denunciado, encendidamente, como un tráfico execrable. Para frenarlo,
para ponerle fin, esta nación mantiene un escuadrón en las costas de Africa, a un costo inmenso. En cualquier lugar de este país se puede hablar de este comercio externo de esclavos llamándolo el tráfico más inhumano, opuesto tanto a las leyes de Dios como a las de los hombres. El deber de extirparlo y destruirlo es admitido incluso por nuestros doctores en teología. ¡Con el propósito de ponerle fin, algunos de estos últimos han aprobado que sus hermanos de color (nominalmente libres) dejen este país para instalarse en la costa occidental de Africa! Sin embargo, es un hecho notable que, mientras los que se ocupan del comercio interno de esclavos son execrados por los americanos, los que se ocupan del tráfico de esclavos entre estados no son condenados, y su comercio es considerado honorable.

(…)

(…) La Ley del Esclavo Fugitivo hace de la piedad hacia los esclavos un crimen , y soborna a los jueces que los procesan. Un juez americano recibe diez dólares por cada víctima que devuelve a la esclavitud y cinco cuando no lo hace. ¡Según esta infernal ley, el testimonio de dos felones cualquiera es suficiente para arrojar al más pío y ejemplar negro a las implacables fauces de la esclavitud ! Su propio testimonio no vale nada. No puede presentar testigos en su favor. Los jueces americanos están obligados por la ley a escuchar a un solo lado, y ese lado es el del opresor. Que esta aberración se recuerde siempre. ¡Gritemos en todo el mundo que en esta América, matadora de tiranos, aborrecedora de reyes, amante del pueblo, democrática y cristiana, los sitiales de la justicia estén ocupados por jueces que ejercen su oficio siendo abierta y palpablemente sobornados, y están obligados, al fallar sobre la libertad de un hombre, a escuchar sólo a los acusadores !

Como manifiesta violación de la justicia y de las formas de administrarla, como pérfida trampa para los indefensos, y como diabólica empresa, esta Ley del Esclavo Fugitivo no tiene par en los anales de la legislación tiránica. Dudo que haya otra nación en este mundo que tenga la temeridad y la vileza de incluir una ley así en su legislación. Si alguien en esta asamblea no está de acuerdo conmigo en este asunto, alegremente confrontaré con él en el momento y lugar que elija.

Considero esta ley como una de la que más groseramente infringen la Libertad Cristiana y, si las iglesias y ministros de nuestro país no fueran estupidamente ciegos, o malvadamente indiferentes, también la considerarían asi.

(…)

Pero la iglesia de este país no sólo es indiferente a los males del esclavo, sino que se pone incluso del lado de los opresores. Se ha vuelto el baluarte de la esclavitud americana y el escudo de los cazadores de esclavos. Muchos de sus más elocuentes teólogos, considerados luminarias de la Iglesia, no han tenido pruritos en aprobar con la Biblia y la religión el sistema esclavista. Sus enseñanzas dicen que los hombres pueden ser esclavos, que la relación entre amo y esclavo fue establecida por Dios, que devolver un esclavo a su amo es claramente el deber de todo seguidor del Señor Jesucristo; y esta horrible blasfemia se hace pasar al mundo por Cristianismo.

(…)

¡Conciudadanos! No me extenderé más sobre las inconsistencias de vuestra nación. La existencia de la esclavitud hace de vuestro republicanismo una farsa, de vuestra humanidad una infame simulación y de vuestra Cristiandad una mentira. Destruye vuestra autoridad moral en el extranjero y corrompe a los políticos en casa. Socava los fundamentos de vuestra religión, transforma vuestro nombre en un silbido de reprobación y en un objeto de oprobio del que se burla la tierra entera. Es una fuerza antagonista en vuestro gobierno, la única cosa que inquieta y pone en peligro a vuestra Unión. Encadena vuestro progreso, es enemiga mortal de la educación, fomenta la arrogancia, engendra insolencia, promueve el vicio, ampara el crimen, es una maldición para la tierra que la sustenta; y sin embargo os aferráis a ella como el salvavidas de todas vuestras esperanzas. ¡Pero cuidado! ¡Cuidado! Un horrible reptil acecha en el regazo de vuestra nación; esta venenosa criatura se alimenta del dulce pecho de vuestra joven república; ¡por amor de Dios, arrancad este horrible monstruo y arrojadlo lejos de vosotros, y que el peso de veinte millones lo aplaste y destruya para siempre !


4 de julio: El discurso de un abolicionista negro

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