
Autor: Frank Clark. El afán de competición prende en algunos de tal manera, que se obligan a un combate permanente y sin reposo, para la obtención, no ya del mejor resultado posible (lo que siempre resulta un loable intento), sino de los más fabulosos resultados jamás logrados nunca por nadie en la historia de la Humanidad.
De hecho, hay personas que salen a la calle cada día con el afán de establecer en alguna faceta de sus vidas un ‘record mundial’, desestimando nada que no sea ‘lo más sublime’ y rechazando las pequeñas y modestas conquistas cotidianas, porque representan una ínfima, y a todas luces despreciable, alegría, en mitad de la felicidad por cuadriplicado que conllevan las grandes hazañas.
Avanzar, ¿cuándo lo aprenderemos?, es comprender que no hay retos pequeños ni grandes, sólo cosas por hacer. Si concentramos todo nuestro saber, energías y entusiasmos sólo en aquello que consideramos fabuloso, nos perderemos los millones de pequeños detalles que contribuyen a hacer de la vida un todo pleno y feliz.
La excelencia, también habría que entenderlo, es un hábito, y no sólo se ha de reservar para las grandes conquistas, sino que también hay que aplicarla en cualquier otro empeño que afrontemos. Si somos capaces de interiorizar que cada cosa que hacemos, es importante hacerla bien y sin tener en cuenta su tamaño o repercusión, estaremos a una pizca de ser excelentes.
La vida no es, al fin, grandes y continuas escaladas a macizos enormes, sino, las más de las veces, pequeñas y repetitivas ascensiones a colinas no demasiado elevadas. En no despreciar las pequeñas pendientes y en disfrutarlas tanto como los mayores retos, se esconde parte de la esencia de vivir feliz.
Dormiremos mejor si en vez de llegar a casa frustrados ante la imposibilidad de haber alcanzado la colosal tarea que nos hemos propuesto, somos conscientes y celebramos, que hemos aunque sea sólo un pequeño paso hacia ella. Mañana, otro más.
Reflexión final: “Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre; estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas." (Alejandro Dumas)
