Revista Coaching

433.- "La felicidad, como el arco iris, no se ve nunca sobre la casa propia, sino sólo sobre la ajena."

Por Ignacionovo
Autor: Proverbio alemán. Hace unos días recibi un artículo en el que se informaba que los investigadores de la Universidad de Stanford, en EE.UU., habían constrastado algo que, por otra parte, ya podíamos intuir:  los seres humanos pensamos que nuestros compañeros/amigos son más felices de lo que realmente son y esta distorsión de la realidad contribuye a hacer a la gente más solitaria e insatisfecha con su propia vida.
No parece que la conclusión del estudio se pueda catalogar como un hallazgo espectacular; creo que cualquiera podría haberlo deducido por experiencia propia. ¿No es cierto que alguna vez hemos pensado que la casa vecina es más grande, más suntuosa y confortable, o con un mejor jardín que la nuestra? ¿No es cierto que a veces nos hemos planteado que el resto de la gente es más feliz y más afortunada que nosotros?
Del estudio se podría inferir que no nos conformamos con ser felices, sino que necesitamos serlo más que los demás y que si en el interludio encontramos a alguien aparentemente más feliz, enseguida tenderemos a sentirnos un poco desgraciados.
Desconocemos las luchas internas y emocionales que tienen planteadas los otros, pero damos infinito crédito a su felicidad imaginada; repleta de ascensos, viajes exóticos y relaciones perfectas.
Otro de los aspectos que trata el estudio de la Universidad de Stanford, es sobre aquello que muestra la gente en las redes sociales, en las que todo el mundo muestra siempre su mejor semblante y parecen estar divirtiéndose todo el tiempo. Esa versión rematadamente feliz de los demás, se tiende a contraponer con la propia, y se pierde en la comparación.
Creo que, como dice el refranero, la procesión va por dentro y sólo nos llega la nata de las vidas ajenas, porque la gente, en un pudor comprensible, no se dedica de habito a contar sus calamidades, cuya enumeración reservaría sólo a los más próximos.
Evitar las comparaciones es crucial. Aspirar a lo mejor es consecuente, pero también saber apreciar lo que tenemos. No podemos estar pendientes de si los demás son más o menos felices que nosotros y no podemos estar pesando permanentemente lo que tenemos o dejamos de tener. No podemos desear lo que otros tienen, porque si canjeáramos 'el todo' y no solo la parte visible, quizá no nos cambiaríamos por ellos ni en broma.
Que los demás tengan cosas que nosotros no tenemos, es absolutamente normal, tanto como que nosotros poseamos cualidades y atributos por los que otros 'matarían'. Pero claro, quisiéramos lo mejor de los demás... sin acarrear la parte menos favorable y oculta.
Reflexión final: La envidia es causada por ver a otro gozar de lo que deseamos; los celos, por ver a otro poseer lo que quisiéramos poseer nosotros. Hay que dejar de lado la constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, porque, como decía Arthur Schopenhauer: "Nadie es realmente digno de envidia."


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