Autor: Johann Christoph Friedrich von Schiller. Muchas veces nos comportamos como analfabetos emocionales cuando se trata de entender las motivaciones ajenas. Incapaces de decodificarlas correctamente, imaginamos que lo que impulsa a la gente hacia algo tiene una causa concreta, cuando en realidad el acicate es completamente diferente. No es el dinero, quizá es la gloria. No es el amor, acaso es la soledad. No es el carácter, tal vez es la salud… y así hasta la eternidad.
Los sentimientos también se nos escapan y hay que tener mucha sensibilidad para descubrir en mitad de la pintoresca y agradable sonrisa que nos saluda, un trasfondo de penas y sufrimiento. Nos olvidamos que esa forma de actuar es también la nuestra y que los demás no son diferentes. ¿Qué ocurre?, nos preguntan. Nada, respondemos y se añade a modo de reto: ¿es que me tendría que pasar algo?. Pues la mayor parte de las veces sí que pasa y descargar el corazón de metralla, ayuda.
Escuchar es el camino para comprender. Y no se trata de prestar tus orejas en alquiler, sino de poner el corazón en la escucha, dando importancia a lo que a la otra parte si que le parece importante y aunque a nosotros nos resulte pueril. Evitando juzgar y reprochar, porque la gente ya es suficientemente inteligente como para que alguien le venga con el consabido: "Parece mentira que no te dieras cuenta". Que si, que la gente se da cuenta sin que nadie se lo tenga que recriminar después...
TRES REGALOS
Cierta vez, en la ciudad de Becharre, vivía un amable príncipe, querido y honrado por todos sus súbditos. Pero había un hombre, excesivamente pobre, que se mostraba amargo con el príncipe y movía continuamente su lengua, pestilente en sus censuras.
El príncipe lo sabía. Pero era paciente.
Por fin decidió considerar el caso. Y, una noche de invierno, un siervo del príncipe llamó a la puerta del hombre, cargando un saco de harina de trigo, un paquete de jabón y uno de azúcar.
-El príncipe te envía estos presentes como recuerdo - dijo el siervo.
Y el hombre se regocijó, pues creyó que las dádivas eran un homenaje del príncipe. Y, en su orgullo, fue en busca del obispo y le contó lo que el príncipe había hecho, agregando:
-¿No veis como el príncipe desea mi amistad?
-Pero el obispo respondió:
-¡Oh! Qué príncipe sabio y qué poco comprendes. Él habla por símbolos. La harina es para tu estómago vacío; el jabón para tu sucia piel y el azúcar para endulzar tu amarga lengua.
Desde aquel día en adelante, el hombre sintió vergüenza hasta de sí mismo y su odio al príncipe se hizo mayor que nunca. Pero, a quien más odiaba era al obispo que interpretó la dádiva del príncipe. En todo caso, desde entonces guardó silencio.
GIBRÁN KHALIL GIBRÁN (El vagabundo)
Revista Coaching
473.- "Si quieres conocerte, observa la conducta de los demás. Si quieres comprender a los demás, mira en tu propio corazón."
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