Un instante, el de la evaluación, que puede ser aterrador y por ello, muchos evitan enfrentarse a él. Constatar la diferencia entre lo que soñamos ser y lo que en realidad somos, puede atemorizar, pero resulta necesario si deseamos -todavía hay oportunidad- variar el resultado final de lo que nos queda por delante.
Si nos decidimos a hacer esa mirada retrospectiva, no seamos demasiado exigentes ni especialmente severos con nosotros mismos. Tal vez cuando eramos jóvenes soñamos con alcanzar objetivos que nos hemos logrado finalmente y, muchas veces, por razones no imputables a nuestra voluntad. Quisimos, pero no pudimos. Fijemos nuestra atención más en las cosas que si hemos alcanzado y que tal vez ni en la mejor de nuestras fantasías habíamos esperado conseguir. El destino se construye cada día y en él inciden multiples factores que varian la orientación y la facilidad o dificultad de los asuntos.
Cuando echemos la mirada atrás, hagámoslo con un cierto orgullo. Primero, porque hemos llegado hasta donde estamos y aunque no consideremos que la mejor de las metas posibles. Centrémonos en aquellos que nos rodean o en los que conocimos y ya no están, pero que nos enseñaron cuestiones fundamentales para crecer y madurar. Sepamos reconocer nuestros meritos y logros. Seamos capaces de mirarnos con la sensatez del que considera que hubiera merecido hacer y ser más, pero que mucho de lo que consiguió jamás hubiera imaginado obtenerlo.
Reflexión final: "El hombre que más ha vivido no es aquel que más años ha cumplido, sino aquel que más ha experimentado la vida." (Jean Jacques Rousseau)
