Autor: Emanuel Geibel. No mostramos ser excesivamente racionales cuando pretendemos sopesar, con una cierta equidad, los buenos y los malos momentos vividos. Cualquier adversidad -ya sabemos- nos parece eterna; cualquier alegría, breve. Carecemos de la mínima capacidad precisa para evaluar todo lo que nos pasa en sus justos términos (objetivamente) y asignar a todo ello, por ejemplo, un equivalente valor temporal.
¡Qué cortas son las vacaciones! ¡Qué larga la espera en esta fila! ¡Qué corta aquella fiesta con los amigos! ¡Qué larga esta reunión inacabable! ¡Qué corto aquel concierto! ¡Qué largo el día en la oficina!..., y se trata, esencialmente, del mismo tiempo, solo que empleado en actividades que nos agradan o nos aburren.
Nos lamentamos del final de aquella historia con la que fuimos tan felices…, sin contemplar lo que gozamos o lo que aprendimos de ella y devaluando, así, cada momento sublime que hayamos vivido y que ya será nuestro para siempre.
Respecto a los malos momentos, los nuestros resultan más largos, amargos y dolorosos que los de los demás. La duración de nuestras calamidades siempre es mayor que la de los otros que, a nuestro parecer, se recuperan con mayor facilidad de los reveses.
Tendríamos que esforzarnos en comprender el verdadero valor del tiempo…
* Para comprender el valor de un año, pregúntale a un estudiante que ha suspendido un examen final.
* Para comprender el valor de un mes, pregúntale a una madre que ha dado a luz un bebé prematuro.
* Para comprender el valor de una semana, pregúntale a un editor de una publicación semanal.
* Para comprender el valor de una hora, pregúntale a los novios que esperan para verse.
* Para comprender el valor de un minuto, pregúntale a una persona que ha perdido el tren, el avión o el autobús.
* Para comprender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que ha sobrevivido a un accidente.
* Para comprender el valor de una centésima de segundo, pregúntale a un atleta que ha ganado una medalla de plata en una Olimpiada.
Reflexión final: "La vida es como una obra de teatro: no es la duración, sino la excelencia de los actores lo que importa." (Séneca)
Revista Coaching
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