4.910.000

Elena Salgado tenía razón, pero le ha ido de poco. De 90.000. No hemos llegado a los cinco millones de parados en el primer trimestre, aunque a día de hoy estemos aún más cerca que el 31 de marzo. La Encuesta de Población Activa (EPA) acaba de publicar los datos de la infamia. Un total de 4.910.000 víctimas de la codicia desmesurada de unos pocos deslumbrados por el beneficio rápido, bien organizados, globales y, lo que es más importante, con un objetivo claro: enriquecerse. Es una cifra difícil de digerir tras la gran comilona de los últimos años y que no deja lugar a la manipulación, pese al preciosismo alcanzado por los gurús en esta técnica.

Una cifra triste por lo que está detrás: son demasiados los núcleos familiares donde ninguno de sus miembros tiene ya empleo, demasiados también los parados llamados de larga duración, demasiados abandonados al borde del camino mientras la caravana transcurre lenta, demasiados los jóvenes abocados a sobreformarse para un mercado que demanda mayoritariamente camareros y comerciales porque la pequeña y mediana empresa, creadora tradicional de empleo, languidece ahogada por las deudas y la falta de crédito bancario. 4.910.000 es un número que no debe caer en el olvido porque los trabajadores están asustados, pero no hay palabra para definir en su magnitud el pánico a la vida de sólo uno de estos parados. Sólo hay un número: 4.910.000.