Hace tiempo leí un artículo que hablaba del síndrome del impostor. Hasta entonces, no había oído hablar de él, pero desde ese momento, empecé a darle vueltas.
Básicamente, este sídrome es un fenómeno que hace a algunas personas incapaces de aceptar sus logros, de forma que sienten que son un fraude y que no merecen nada de lo conseguido, ya que creen que hay otras persona más inteligentes y competentes que ellos y por tanto, más merecedoras de esos éxitos. Son, por tanto, personas válidas y competentes que no se creen su propia competencia y por tanto, se sienten indignos de todo aquello que consiguen.
Creo que nuestra generación tiene mucho de ese síndrome del impostor. No sé las causas ni creo que merezca la pena ponerse a elucubrar como ellas, pero sí que es cierto que a menudo, gente como tú o como yo, piensa que no merece aquello que consigue. En realidad, estamos ante una falta de confianza que se ha vuelto tan crónica que nos la creemos de verdad.
La idea de este post vino a mi cabeza hace tiempo, pero quería que la lista de 5 formas de luchar contra el síndrome del impostor que te traigo hoy, estuviera realmente pensada y te fuera realmente útil. Espero que si eres de aquellos que piensan constantemente que son un auténtico fraude, empieces a lidiar contra ello. No por nada ni por nadie salvo, claro está, por ti y por tu propia felicidad.
1. Sí, hay gente mejor que tú:
Por supuesto no se lucha contra el síndrome del impostor, empezando a repetirnos a nosotros mismos que somos lo mejores y que no hay nadie que pueda superarnos o que merecemos lo que tenemos porque somos la leche. Luchar contra el síndrome del impostor empieza por que aceptes lo que ya sabes: que hay gente (mucha gente) mejor que tú por el mundo. La parte más complicada está en aceptar la segunda parte de la historia: QUE NO PASA NADA. Y que el hecho de que esas personas más preparadas, más competentes, más cualificadas o más inteligentes existan, no hacen que tú seas menos merecedor de tus logros.
2. Asume la responsabilidad de tus aciertos:
Nos han educado en la filosofía de que tenemos que ser absolutamente consecuentes con las decisiones que tomamos y que sólo nosotros somos responsables de nuestros actos. Pero esta filosofía, generalmente, se ha compartido de forma negativa: “no le eches la culpa a nadie. Tú y sólo tú eres el responsable de tus fracasos, de tus malas decisiones, de tus errores”. Está bien, eso ya lo hemos aprendido, pero… ¿Y qué hay de nuestros éxitos y triunfos? Si somos responsables de las cosas malas, también lo seremos de las cosas buenas, ¿verdad? Empieza a trabajar en la filosofía de que la responsabilidad no siempre implica la negatividad de tener que cargar con el peso de un error o una mala decisión, sino que a veces, también implica meter en esa mochila de vida, las cosas buenas que has conseguido por tus buenas aptitudes, decisiones y aciertos.
3. Asume nuevos retos:
Quizá creas que no mereces tus logros porque otros se lo merecen más. Pero quizá esos otros no hayan hecho nada para conseguir lo que tú sí has conseguido y en cambio tú, hayas decidido arriesgarte a perder para acabar ganando. Asumir nuevos retos es una capacidad que no todas las personas quieren desarrollar y muchas veces, hacerlo nos hace sentirnos raros. Piensa en esas cosas que tienes y que crees que no mereces y piensa en las veces que, antes de conseguirlas, te dijiste a ti mismo: “No voy a poder”. “No soy capaz”. Ahora, en cambio, puedes decir: “Aposté por ello y lo logré”.
4. Deja de machacarte:
La autoexigencia está bien, hasta cierto punto. La autocrítica también, siempre y cuando no acabas contigo. El perfeccionismo hasta tiene cierto encanto, siempre que no sea enfermizo y te impida terminar aquello que emprendes. Exígete lo suficiente como para ser capaz de asumir nuevos retos, pero no te machaques. La vida ya te da demasiados golpes sin necesidad de que la ayudes.
5. Asume tus habilidades, aptitudes y fortalezas:
Una persona que no se cree capaz de merecer lo que tiene generalmente, se infravalora. Esa visión muy por debajo de lo que debería ser, está separada por una línea muy fina de la autodestrucción. En tu mente, tienes que reconocer tanto aquellas cosas que todavía te faltan y que necesitas mejorar, como aquellas que forman parte de tus talentos, habilidades o puntos fuertes de tu personalidad. Imagina una balanza: pon siempre más peso en el lado positivo. No te enfoques en lo que te falta, céntrate en lo que ya tienes.