Revista Cine
SINOPSIS ARGUMENTAL.- Alex y Virginia forman una pareja de lo más normal: jóvenes, humildes, sencillos, sus aspiraciones vitales más profundas pasan por casarse (pronto), adquirir una casa y fundar una familia. Y todo parece apuntar a que sus sueños podrán materializarse con relativa facilidad: una promoción inmobiliaria (Señorío del mar) a las afueras de su localidad les permite asentar la primera base de su futuro, con la compra de un piso en la misma. Pero los problemas no tardarán en surgir: la construcción se paraliza y los múltiples intentos por hallar una solución alternativa (en dinero o en especie) tropiezan, una y otra vez, con la mezquindad de la empresa promotora, empeñada en no dejarse más ‘plumas’ de la cuenta en el empeño. En su lucha por reivindicar lo que considera, en justicia, como suyo, Álex va viéndose abandonado, poco a poco, por todas las personas que le rodean, y, cada vez más solo, se ve abocado a una situación en que la dignidad se tiñe de desesperación.
EN UN PÁRRAFO….- Drama intimista con tintes sociales, la cinta de Max Lemcke, lejos de moverse en el registro que se podría esperar de la presencia a cargo de sus papeles protagónicos de una pareja televisiva de tremendo gancho comercial , traza una historia llena de amargura y que, sin alcanzar ese punto exasperado que se desprende de un cine europeo que también apunta a una crítica social de fondo (como podría ser el de los hermanos Dardenne), tampoco se recrea en la más mínima amabilidad ni concesión a la esperanza. Con la sencillez como premisa formal —la narración se desarrolla conforme a cánones convencionales—, y sin la más mínima alharaca formal, Lemcke dibuja una panorámica muy poco complaciente con nuestro entorno humano más próximo, en la cual la dignidad se convierte en una isla complicada, rodeada por un mar de esas mezquindades individuales que, por su cotidianidad y habitualidad, llegan a hacérsenos hasta/casi disculpables. No es una obra maestra y no hará historia, pero no dejará de ser una pieza de interés con la cual podremos documentar algún día, con perspectiva, lo que y quienes fuimos (ni más ni menos que lo que y quienes ahora somos….).
EN SU HABER.- 1, su absoluta falta de pretenciosidad, de la cual deriva que no estamos ante un cine de tesis explícita, sino de una propuesta cuya denuncia social se desprende con naturalidad de su desarrollo dramático, algo en lo que el guión (y su materialización por Lemcke) aciertan de pleno; y 2, la contención con que desarrolla su papel Fernando Tejero, una gratísima sorpresa, en la medida en que demuestra su capacidad para desenvolverse en un registro muy alejado de aquel en que se ha movido habitualmente hasta ahora, y hacerlo con una solvencia sobre la que cabía albergar dudas fundadas a la vista de algunos trabajos previos (como, por ejemplo, el que desarrollaba en ‘8 citas’).
EN SU DEBE.- 1, lo relativamente previsible de su resolución argumental; cabe entender que un desarrollo de la trama establecido en los términos en que lo hace esta película no ofrece demasiadas salidas convincentes, pero quizá hubiera resultado digno de agradecer un esfuerzo más acusado en este terreno (aun así, el final tampoco arruina la narración previa, todo hay que decirlo); y 2, la escasa claridad con que la historia aborda un aspecto sustancial de la misma, como es el de las cantidades económicas que se mueven en la transacción inmobiliaria con que arranca su parte central; cabe entender que se ha buscado no entorpecer la agilidad de la narración con un (habitualmente farragoso) trasiego de cifras y papeles, pero quizá se podría haber buscado una especie de ‘punto medio’ en ese aspecto.
UNA SECUENCIA.- Alex, confinado, junto a Virginia, a un pequeño cuarto de la vivienda de sus (futuros) suegros, intenta, con escaso éxito, reparar una vieja colchoneta pinchada. Jaime, el padre de Virginia, se queda a solas con él y lo emplaza a una breve charla en la que, tras expresarle su cariño y comprensión, le recalca lo insostenible de la situación: Virginia y él llevan ya un mes viviendo en su casa, y eso no se puede prolongar por mucho tiempo más. Es el comienzo de un lento y agónico proceso en el que todo conspirará para mover el suelo bajo los pies de la pareja. Y entendemos perfectamente que es solo el comienzo…