No hace falta hablar del ritmo de vida que llevamos, y más los que vivimos en las grandes ciudades. Vivimos acelerados sin tomarnos un momento de tranquilidad.
A continuación os doy la receta para tomarnos un momento de paz.
- Darnos cuenta de nuestro ritmo.
No se vosotros, pero yo muchas veces me he sentido como los caballos que les ponen las orejeras y tiran hacia delante sin mirar a los lados. Más rápido o más despacio no dejas de caminar sin pararte a pensar hacia dónde vas y qué motivo te motiva a hacerlo.
Te invito a que te hagas estas preguntas. El simple hecho de buscar una respuesta consigue que abras un poco las orejeras y te plantees si hay algo más.
- Decidir tomarnos ese momento
Es normal que después de no encontrar una respuesta que nos agrade, volvamos a tirar hasta otra ocasión.
En este momento si no cedemos y elegimos seguir buscando una respuesta, ya hemos decidido darnos un tiempo para nosotros y dejar a un lado aparcado nuestro automatismo.
- Cerrar los ojos.
Si conscientes de este momento que estamos viviendo cerramos los ojos, logramos abstraernos aún más de nuestro exterior y centrarnos así en nosotros.
Ahora podemos sentir nuestro pensamiento y cómo nuestro cuerpo empieza a manifestarse.
- Respirar profundamente
Si a continuación respiramos profundamente, conseguiremos tomar conciencia de nosotros mismos; algo más que un cuerpo de autómata que responde ante cualquier circunstancias que nos de la vida.
Empezamos a darnos cuenta de que nuestro pensamiento es consciente de sí mismo y empieza a visualizarse como un ser único y diferente a lo exterior.
- Aguantar 1 minuto respirando profundamente
Este último paso es el más versátil, puesto que este minuto respirando profundamente lo podemos alargar hasta donde nosotros queramos.
Ahora solo estás tú contigo mismo y eres consciente de que el exterior no eres tú. Este es un momento de paz y serenidad.
Os invito a todos a que en este momento hagáis la prueba y escribáis lo que habéis sentido.
Espero vuestras sensaciones.