Hasta hace poco, me consideraba especialmente miedosa. Con el tiempo he aprendido que el miedo no es algo especial de cada uno y que todos, en algún momento, en algún sentido, lo sentimos. Sentir miedo no es nada exclusivo y ser miedoso tampoco.
Hace un tiempo, Deborah Marín, una de mis blogueras favoritas, me dijo en una entrevista: “El miedo no es nada especial, no hay que tratarlo como algo especial ni cuidarlo o tratarlo como si fuera un tesorito o algo muy frágil. Todas las personas, absolutamente todas, tenemos miedo”. Y añadió: “Si te das cuenta de lo poco especial que eres sintiendo lo mismo que el resto de la humanidad, y además te fijas en toda la gente que sigue adelante con sus planes y sus vidas y sus nuevas empresas a pesar de estar igual de cagados que tú, no tienes razón para no superarlo”.
Con el tiempo he aprendido no sólo que Deb tenía más razón que un santo, sino que además, existen dos tipos de miedo: uno bueno, que te mantiene alerta, y otro malo, que es el que te paraliza.
Afrontar, por tanto, nuestro miedo y hacer algo que nos asuste es, en definitiva, superarnos a nosotros mismos y acercarnos a esa mejor versión de cada uno. Y por eso, por si tú no habías tenido la oportunidad de aprenderlo todavía, de enfrentarte a tus propios límites y salir de esa zona de confort donde nada te asusta porque no hay nada nuevo, te traigo en este post, 5 razones para hacerlo. Y además hacerlo cuanto antes, que la vida no espera.
1. Seguro que aprendes algo:
Cuando asumes un riesgo y cuando te enfrentas a algo a lo que no solo no te habías enfrentado antes, sino que además te asustaba, tienes una probabilidad del 100% de sentir que has aprendido algo cuando todo acabe. Puede ser algo sobre la experiencia, algo sobre la cosa a la que te enfrentas o incluso, algo sobre ti mismo.
2. De momento, hasta donde sabemos, sólo tenemos una vida para vivir:
Y elegir hacerlo con el miedo como guía, dentro de un entorno conocido, rutinario y de acuerdo, seguro; sólo nos servirá para no ser conscientes nunca de todo aquello que nos podemos perder, de todo aquello de lo que somos capaces y de todas las oportunidades que, por el miedo a arriesgar, por el miedo al propio miedo, estamos dejando pasar de largo. Decidir ir por la vida de la mano con el miedo, inevitablemente, consigue que nos perdamos infinidad de cosas que la vida nos puede ofrecer.
3. Puede ser una oportunidad de ser más feliz:
Cambiar de trabajo, afrontar un nuevo reto, irte a vivir a otro lugar o emprender un negocio, pueden ser cosas que, en un primer momento, nos desestabilizan y no nos hacen sentir precisamente felices o satisfechos. Sin embargo, a pesar de los días duros o a pesar de las ganas que a veces dan de arrepentirse rotundamente de cualquier decisión parecida, hacerlo puede suponer ser feliz como nunca antes lo habías sido.
4. No puedes crecer dentro de tu zona de confort:
El riesgo implica aprendizaje y el aprendizaje implica crecimiento personal. Afrontar aquello que nos asusta, hacerlo de una vez, decidirnos a mandar al carajo al miedo y ponernos manos a la obra, suma la experiencia, el aprendizaje y el crecimiento que no obtendremos si nos quedamos dentro de nuestra zona de confort, donde todo nos es conocido y donde nuestra rutina no nos supone ningún reto. En la zona de confort rara vez pasa algo bueno o malo que nos impulse a crecer. Y por tanto, de lo que más probabilidades tenemos, es de estancarnos.
5. Nunca lo sabrás si no lo intentas:
Puede que tengas la idea ligera, el atisbo, de que hay algo dentro de ti más allá de lo que actualmente le estás mostrando al mundo y te estás demostrando a ti mismo. En realidad, sabes que, en el fondo, serías capaz de superar el reto de enfrentarte al miedo y hacer aquello que te asusta porque, en otras ocasiones en las que la vida te ha puesto pruebas, has salido airoso y fortalecido. Sin embargo, todavía no lo has intentado, y todas esas ideas están muy lejos de ser las certezas que, en el fondo, te gustaría que fueran. Pero, buenas noticias, puedes elegir: intentarlo y enfrentarte al miedo con el riesgo, por supuesto, de fracasar o no intentarlo nunca y quedarte con la duda de qué hubiera pasado. Lo dejo a tu elección.