Revista Arte

50 x 50

Por Loracueto

En honor a Andrea Bonett, a Mr. S. y a J. K. W. III, si es que los dejan existir.
Por: Eduardo Lora Cueto…
Hoy quiero iniciar este post, con la intención de contar lo que le sucedió a Manuel, un personaje que no es ni real, ni ficticio.
Exactamente un viernes antes del Carnaval 2011 (4 de marzo), éste se dirigió junto con una ‘compañera de oficio’ a la zona de la calle 30 con carrera 38, para buscar algún carpintero que les hiciera un cuadro de 50x50, ya que no habían encontrado cerca de sus casas alguno de éstos Señores de Madera. Era algo sencillo, rápido y barato. 
Opciones habían muchas, pero posibilidades de acercamiento, pocas. La forma de vestir desaliñada de estos, su comportamiento y el aserrín que los señores brotaban por todo su cuerpo era muy alarmante; así que optaron por buscar un conocido -no carpintero- pero conocido, que trabajaba vendiendo muebles a la vuelta de la iglesia San Roque. Y ahí estaba en su hora de almuerzo descansando en la puerta del negocio, Iván, quién no pudo acompañarlos pero sí recomendarles a Karina, la mujer que los acompañaría a buscar quien les hiciera el trabajito. 
Al parecer Karina era muy popular por la zona, todos la llamaban y saludaban cual reina de belleza; pasó así hasta que los llevó al lugar indicado: una carpintería tan estrecha, que había que pasar de lado por un pasillo, para llegar al patio donde realizaban los trabajos. Y en medio del aserrín, un hombre de baja estatura, trigueño, macizo y con un pequeño maletín, se le acerca a saludarla, y ella, accede a su comportamiento cordial. 
-Hey Albert, ellos necesitan y que un cuadro de madera. Explíquenle ustedes, él es reconocido por acá-Sí, yo trabajo aquí, eso es fácil, 15 barras ($15.000) por ese trabajo muchachos –comentó Albert -Perfecto, está bueno el precio, ¿para cuándo estaría listo? –preguntó Manuel-Si quieres mañana mismo antes que empiece la batalla de flores y la ciudad se congestione  -Nos queda muy difícil señor, mejor lo venimos a buscar el miércoles de ceniza a las 2 de la tarde –agregó Manuel
Y así, pacto hecho, fueron adelantados $10.000 del pago total, los cuales quedaron sellados en una factura que Albert entregó a los jóvenes, anexando su número celular.
-Déjeme timbrarle a su celular y guarda mi número-No, no, no, ahora mi celular está apagado, está cargando –responde algo sorprendido Albert
Y un poco dudoso se va Manuel junto con su amiga, quiénes no le dieron importancia al hecho de no tener un celular o algún dato que confirmara que Albert les cumpliría con el trabajo. Y así, después de Carnavales, Manuel llegó al mismo lugar en dónde Albert le entregaría el cuadro de madera, que para lo que iba a ser usado, ya no importa. 
-Disculpe, está Albert, él me tiene un cuadro de madera-preguntó Manuel-¿Albert?... Ese Bandido ya no trabaja acá -¿Qué?, pero si él me dio esta factura de este lugar
Y llamando a un trabajador del lugar, el señor manda a buscar todas las facturas del local. -Mira, éstas sí son las facturas de acá
De repente silbidos y chiflidos se oían, y ahí estaba Albert, 3 locales más adelante llamando a Manuel, como escondiéndose de alguien.  -Hey pelao, ¿estás loco?... Yo no te atendí ahí sino acá
Sin darle importancia Manuel preguntó por su cuadro de madera sacándole los $5.000 restantes. -Tenemos que ir a mi local que queda más adelante, ya lo están puliendo. 
Y caminando una, dos, tres, cuatro y cinco cuadras ‘Centro Abajo’, los nervios de Manuel aumentaban. -Hey señor Albert, ¿Dónde queda esa vaina?... Necesito mi cuadro de madera ya, tengo clase en quince minutos y estudio en la Atlántico vía puerto, usted sabrá, bien lejos de aquí
-Ya vamos a llegar, cálmate muchacho, cálmate
Y una, dos, tres y cuatro cuadras más llegaron al lugar en el que la telaraña y el aserrín eran la decoración perfecta. -Espérame aquí dos minuticos-le dijo Albert a Manuel-¿Dos minuticos?... Dos minuticos aquí y te atracan pendejo-comentó uno de los trabajadores que serruchaba madera en la puerta. Y en medio de los nervios que habían aumentado aún más, Manuel entró, pues tendría que velar por su portátil, cámara y disco portátil que guardaba en su morral. 
-Hey, ¿Pa qué entraste?... Ya te lo están puliendo-Dame mi cuadro sin pulir, yo lo mando a hacer en otro lado. Señor entienda que esto es para mi clase y ya me quedan diez minutos. -Te tendrás que esperar más tiempo porque apenas lo voy a cortar-Agregó un trabajador que se encargaría del cuadro del joven. 
Manuel entre rabia y desespero temía que sus pertenencias fueras arrancadas de él, pero eso sí, nunca le quitó los ojos al señor quien hacía su trabajo, pese a que el aserrín bañaba todo su rostro. Y así, en medio de una charla no muy amena, Manuel se inventó un personaje más: estudiante de primer semestre de Ingeniería Industrial, residente de Soledad, Atlántico. 
-Ustedes seguramente trabajarán con éstas maquinas, aunque allá en la Atlántico deben ser muy modernas-Decía el carpintero mientras conectaba dos alambres a un cable que provenía del poste de la electricidad. Mientras agregaba:-Hey, cambia esa cara, ya vamos a terminar. 
Manuel demostraba su desespero que más que por llegar tarde a una clase inventada de Introducción a la Ingeniería, era por la desesperación de salir de aquel lugar. Al parecer, ya el carpintero había terminado su anhelado cuadro de madera.-Eche Pelao, pero al menos dime tu nombre para algún otro trabajo un día de éstos. -Me llamo Manuel, señor.
Caminando rápido para disimular, Manuel salió a la calle 30 con quién sabe qué carrera. Al voltear, ve que Albert venía caminando unos metros tras él. Fue entonces cuando detuvo el primer bus que vio para bajarse luego, unas cuadras más adelante, y luego, dirigirse a su Universidad, que no era la Atlántico… Cuando llego me encuentro a Andrea, la que me acompañó por primera vez a esos lugares llenos de aserrín.-Hola Edu, qué genial el cuadro…   
Ayer, en el lugar donde tomo el bus que me lleva a la universidad, había mucho sol, tanto que me hizo caminar una cuadra más, y ¡oh sorpresa!, había una nueva Carpintería.

50 X 50

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