Robert Mapplethorpe sí causó escándolo.
¿Es lícito escribir una novela erótica? ¡Siiiiií! ¿Es lícito escribir una novela horriblemente escrita? ¡Siiiiií! ¿Es lícito armar un libro erótico para excitar las señoras con vidas reposadas? ¡Siiiiií! ¿Es lícito hacerse estas preguntas? ¡Siiiiií! Ahora bien, ¿es lícito montar una campaña de marketing? ¡Siiiiií! ¿Y convencer al personal mediante campaña fraudulenta que no te lo puedes perder, que es la novela más-más, usar medios de comunicación de tu propio grupo de comunicación y lanzar falsas noticias sobre falsos divorcios provocados por la lectura de 50 sombras de Grey que tanto recuerdan a las falsas noticias de desmayos provocados por Lo imposible? No es lícito. Es mentir para vender. Si compro una tele que dice tener TDT y no lo tiene, la devuelvo.A mí honorable esposa le pasaron el libro. A la página cuatro dijo “es increíble, de malo”. En la página 40 lo dejó. No llegó a las 50 sombras. Me picó la curiosidad y no la fusta de ébano. ¿Tan malo es? Tomé la novela y empecé a leer. Es poco más que un culebrón cuya única pregunta es “¿y a esa qué le va a pasar”?. Lo dejé.
De literatura erótica no ando muy ducho, pero tengo el fresco recuerdo de un libro que me impactó: El harén sublime, de Robert Irwin. Una novela corta fascinante, un mundo dentro de un mundo que alberga otros mundos: el harén del sultán. Esa la recomiendo absolutamente. Haber si me pongo las pilas y hago una reseña del harén.
«Imaginaba a las damas del harén, a sus anchas al otro lado de los muros de la jaula. Se entretejían mutuamente trenzas; se ejercitaban en el bordado; rasgueaban el dulcimer; fumaban narguiles; estudiaban libros sobre la manera de procurar el placer a los hombres; se rascaban y aguardaban a su amo.»
50 zombis leen a Grey