¡Eh, tú! Ahora que estamos en la semana en la que profesas amor, paz y buenos deseos para el prójimo, que no sea solo porque es lo que toca. Así no ayudas a todo aquel que de su vida miserable necesita escapar, y que para ello debe recorrer vastas distancias hasta llegar al cayuco, y de ahí cubrir enormes extensiones de agua. Así que deja de emborracharte desde el calor de tu casa con consignas navideñas que de nada sirven. Pasa a la acción útil: no regales al que ya tiene, y obsequia a los hijos del hambre un chaleco salvavidas, ropa de abrigo o un par de deportivas blancas.
