Hablar con nosotros mismos nos ayuda a mantener el autocontrol y a reducir los comportamientos impulsivos, entre otros muchos beneficios. Lo hacemos, por ejemplo, cuando estamos caminando o corriendo y a pesar del cansancio nos repetimos mentalmente que podemos seguir, o cuando nos ordenamos mantener la calma en una situación en la que estamos a punto de perder la paciencia.
De hecho, las palabras se amontonan en todo momento en nuestra cabeza en una charla incesante. Es tal el ‘tráfico’ de mensajes, que está medido que hasta el 80% de nuestras experiencias mentales son verbales. O sea, nuestro cerebro se pasa la mayor parte del tiempo murmurando y nuestra conversación interna excede, en mucho, el número de palabras que llegamos a pronuncia en voz alta. Nos enviamos constantes recados con la intención de auto examinarnos, subrayar y entender lo que hacemos y reflexionar sobre ello.
Si pasamos la mayor parte del día hablando con nosotros mismos, es indiscutible que somos la persona que mayor influencia tiene sobre nuestras actitudes y comportamientos y, en definitiva, sobre la forma en que vamos eligiendo vivir nuestra vida. Lo que nos decimos tiene un gran impacto directo sobre la realidad que creamos a cada instante y tomar conciencia de esta "charla", por tanto, es el primer paso para obtener un control posterior y una mejora apreciable de nuestra vida cotidiana.
Nuestra percepción crea nuestra realidad. Si nos decimos que no somos lo suficientemente buenos o lo suficientemente hábiles, capaces, inteligentes, valientes..., la impresión que tendremos será justamente esa. No podemos controlar la percepción ajena de lo que somos, pero sí tenemos control sobre la propia.
Nnuestra voz interior cambia la forma en que experimentamos el mundo. El lenguaje es un revestimiento que modifica cómo razonamos y vemos. El lenguaje es la forma en que el cerebro se centra en detalles esenciales. Como una guía que se ha ido desarrollando antes en miles de personas que han ido imaginando lo que es importante para la supervivencia.
Y a menudo solo se trata de una cuestión semántica... donde se dice: "No puedo hacer eso", se puede cambiar por: "Lo haré y daré lo mejor de mi capacidad." Donde se dice: "Nunca hago nada bien", se puede expresar: "Vaya, un error o un fracaso más del que aprender." Donde se dice: "Esto es muy difícil", se puede trocar por: ¡Al fin un reto a las alturas de mis expectativas!. Incluir nada más que la motivación y los comentarios positivos en aquello que nos decimos, puede alterar nuestra vida de una forma que nunca creímos posible.
Reflexión final: "Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros piensen de ti." Lucio Anneo Séneca... porque todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado.