Una leyenda dice que el alma pesa. En realidad, no es que pese una cantidad indefinida, sino exactamente 21 gramos, que es, según parece, el peso que perdemos en el momento exacto de nuestra muerte.
¿En qué se sustenta tal afirmación? Pues en un extraño experimento realizado por el Doctor en Medicina Duncan MacDougall, de Haverhill, Massachussets, y cuyos resultados publicó en marzo de 1907: “Una demostración científica de la existencia del alma.”
MacDougall partió de la idea de que si las funciones psíquicas continúan existiendo como una personalidad o individualidad separada después de la muerte del cuerpo y el cerebro, entonces tal individualidad solo puede existir como un cuerpo ocupante de espacio. Y como tal, debería tener una cierta masa, que al desprenderse del cuerpo, denotaría una diferencia de peso.
MacDougall utilizó a seis pacientes terminales, de quienes no dio más detalles que su sexo y que se encontraban agonizantes. Los pacientes fueron colocados en camillas situadas sobre balanzas de comparación. Durante el período de tiempo que transcurrió hasta la muerte de cada uno, el doctor fue ajustando las balanzas con pesas.Los resultados fueron los siguientes: (traducido casi literalmente del original. Una onza son unos 28,35 gramos)"De repente, y coincidiendo con el momento de la muerte, el peso disminuyó en 3 cuartos de onza (21,3 gramos)."MacDougall también realizó un experimento control, envenenando a 15 perros y pesándolos en el momento de su muerte. En este experimento obtuvo resultados negativos: los perros no tienen alma…
Cuatro años después, en 1911, el New York Times publicó una noticia explicando que el Doctor había demostrado científicamente la existencia del alma, y que tenía planes de hacer experimentos sacando fotos y radiografías en el momento de la muerte, para poder obtener una imagen del alma yéndose del cuerpo. Si éste experimento se llegó a realizar, no hay registros de él.
Reflexión final: ¿Por qué el corazón se duerme si el alma sigue soñando? (José Bergamín)