Hay que elogiar las cosas que funcionan, lo que nos agrada y a la persona que lo hace, porque un elogio puede ser toda una inyección de confianza y motivación. Mediante el elogio se ofrece al otro una imagen más positiva de sí mismo, que quizá no era capaz de percibir.
La mejor manera de alcanzar objetivos es elogiar, incentivar y resaltar todo lo que se hace bien. Y premiar claro, y no exclusivamente con algo material; a veces es mucho más importante una caricia, una palmada o un: ¡Bien hecho!
Y saber que los errores son parte del proceso, y no una consecuencia. Es decir, valorar la capacidad de aprender de los errores, ya que acostumbramos a enseñar justo lo contrario. Si un niño comete errores, es que no es muy listo. El listo no comete errores, y además le elogiamos precisamente por ello, por ser listo.
Pocas personas son las que elogian a los demás por su esfuerzo, y no por su capacidad innata. El miedo al fracaso también inhibe el aprendizaje. Elogia siempre el error de quien lo intenta.
La importancia del elogio sincero
- No trates de averiguar el porqué de los actos del otro.
- Elogia sus actos, interpretándolos como provenientes de buenas intenciones.
- Si el otro actuó con malas intenciones, se sentirá incómodo con el elogio.
- Enseguida imaginará que sería feliz si hubiese actuado con buena voluntad y mereciese realmente aquel elogio.
- Entoces, en el intento de alcanzar esa felicidad, él se esforzará para actuar siempre con buena intención y terminará lográndolo, volviéndose así una persona correcta.
- Las palabras de elogio son esenciales para mejorar a las personas.
Reflexión final: "El que se guarda un elogio, se queda con algo ajeno." (Pablo Picasso)