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En el anterior post compartí 6 cosas que aprendí haciendo visitas a domicilio y hoy quiero compartir otras seis que aprendí cuando las cosas no salían tal como las había imaginado. Son situaciones que podrían paralizarnos y arruinar nuestra visita, así que me parece que podrían resultar útiles, sobretodo cuando no somos bien recibidos por esa persona para la que se ha solicitado la visita, y también en situaciones donde tenemos que realizar estas visitas como parte del servicio de protección al menor o de algún juzgado: visitas obligatorias. Veamos que te parecen:
1. Normalizar todo lo que persona pueda mostrar y sentir como negativo en este momento.
En ocasiones, llegamos a la visita y la persona no ha sido informada. La reunión ha sido pactada por algún familiar sin el menor consentimiento de la persona, que muestra su rechazo, en ocasiones hostilidad, y su apertura sólo como una manera de mostrar algo de cortesía o responder a la presión de la familia.
Seguro, nos gustaría que en cada visita nos recibieran de la mejor forma, en un ambiente diferente, pero esto no siempre sucede. El desacuerdo, que toma sus formas en la frustración y la amargura, pude estar presente. Y uno no tiene que defenderse, sólo escuchar con calma, atentamente, honrando la percepción de la persona y apreciando su punto de vista y las quejas que pueda tener, junto con todos los desacuerdos. El problema no es con nosotros, es con la forma cómo ha sido pactada esta visita.
2. Cuando la persona esté más calmada, comparte tu admiración por este deseo inicial de conservar su privacidad.
Si lo miramos desde esta perspectiva, podemos entender esta reacción inicial a la visita como un deseo de la persona por mantener su independencia y tomar sus propias decisiones. Si descubrimos esto: ¡que mejor que mostrar que estamos de acuerdo! ¿Cómo? Valorando la decisión de la persona, mostrando nuestra comprensión y compartiendo ese deseo de independencia y voluntad de tomar sus propias decisiones. Luego, podemos curiosear un momento sobre todo lo que involucre esta historia: ¿Qué otras acciones ha emprendido la persona donde haya vuelto a mostrar esta independencia? ¿Dónde aprendió a ser una persona independiente? ¿Cuándo empezó a tomar sus propias decisiones y a elegir lo que es mejor para ella?
Hasta aquí tan solo una aclaración útil: la mejor forma de decir algo sincero es creyéndolo. No finjas, no digas algo que no sientes.
3. Luego, preguntar de qué manera cree qué podemos ayudar.
Podemos hacer preguntas como: ¿Aceptaría que yo viniese a colaborar contigo periódicamente? ¿Has considerado ya la mejor forma en que puedo ayudarte? ¿Has llegado a alguna conclusión en estos breves minutos? ¿Puedes intuir de qué manera podemos hacerlo? ¿Cómo puedo ayudarte sin que llegues a sentir que estoy invadiendo tu privacidad? ¿Cómo puedo ayudarte a mantener esta independencia?
4. Distánciate o desmárcate del blanco de la ira de esta persona.
Generalmente, cuando la persona no toma agradablemente nuestra visita es porque en el pasado ha vivido alguna experiencia amarga con un servicio psicológico u hospitalario. Así que, si tienes el privilegio de no trabajar en alguna de estas instituciones, desmárcate de ellas (y si trabajas en una de ellas y realmente estás en desacuerdo con alguna de estas formas de operar, compartir tu punto de vista con sinceridad puede ser bien valorado por la persona) y distánciate de estos protocolos. Si la persona siente que ha sufrido maltrato en alguna clínica o en algún hospital, en las formas más comunes del diagnóstico y el etiquetaje, ¡desmárcate de esta situación! En momentos como este, a mi me gusta compartir las experiencias que yo también he tenido con estas instituciones y con las que de ninguna manera he estado de acuerdo, y he sentido que violentaban mis intereses. Y he descubierto que cuando esto es genuino, la simpatía es inmediata, y se construye una suerte de complicidad -complicidad en la línea señalada fascinantemente por el antropólogo George Marcus- muy útil para nuestra relación. Muchas personas desean encontrar un profesional que piense no de la misma manera que ellas, pero con el que si puedan coincidir comúnmente, sobretodo en temas relacionados con la solidaridad y la justicia.
5. Que la persona tenga la oportunidad de elegir en qué espacio de la casa vamos a sostener las conversaciones.
También compartirle la libertad de salir de la habitación o movernos hacia otro espacio cuando considere necesario.
6. No te sientas comprometido a tener que usar cada uno de estos pasos si estás expuesto a violencia o algún tipo de agresión que no puedas controlar.
Tienes el derecho de retirarte.
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