Para llegar allí fue necesario madrugar y coger un vuelo que nos dejó en una ciudad de campesinos y pescadores imposible de explicar. Es uno de esos sitios en los que lo mejor es no intentar describir el paisaje puesto que hay que estar allí para disfrutarlo. Para mi se dió a conocer a través de la película "El velo pintado", una original historia de amor protagonizada por Edward Norton y Naomi Watts, y que me dejó grabado en la mente sus escenarios naturales.
Tras aterrizar en la ciudad y comer algo, esta etapa del viaje comenzó con muy buen pie puesto que fuimos a ver la Cueva de la Flauta de Caña. Localizada en un sitio con un paisaje exterior verde, atractivo y relajante, accedimos al interior de la cueva que está excelentemente iluminado y pudimos disfrutar con la visión de formaciones de roca caliza que, utilizando grandes dosis de imaginación en algunos casos, nos permitía ver figuras que parecían leones y otros animales, fantasmas, personas, etc. Me recordaba en cierto modo, salvando las naturales y enormes distancias claro, a la Ciudad Encantada de Cuenca, en la que las rocas adquieren caprichosas formas que dan lugar a todo tipo de historias y leyendas.
Paraje exterior de la Cueva de la Flauta de Caña
En el camino que lleva a la entrada a la Cueva
Una vez dentro comienza el sube-baja de escaleras y empieza a aparecer ante tí un festival de policromía que no te esperas. Los colores de los juegos de luces de sus diferentes pasadizos te van sorprendiendo a cada paso, está preparado con un gusto exquisito; hay pequeños lagos interiores que engañan porque parecen espejos al mirarte en ellos y también se llega a una zona más amplia y abierta que se utiliza como auditorio y en la que se dan conciertos y recitales musicales de gente famosa. Todos sabemos que las cuevas y las grutas ofrecen una acústica perfecta y por ello se convierten en escenarios naturales fantásticos para disfrutar de buena música en un entorno diferente al de un teatro.Durante la visita tuvimos la ocasión de ver en el auditorio un pequeño espectáculo de luces y musica que nos encantó, ya sabéis que la música china tiene un especial encanto. Ahora bien, de todo lo que nos contaron, que fue tanto que apenas lo recuerdo ya, a mí se me quedó grabado, como buen amante de la Historia, el hecho de que esas cuevas fueron utilizadas como refugio por la población durante la invasión japonesa de China que comenzó en 1937. Había tanto miedo a los soldados japoneses que masacraron a los chinos que muchas personas vivieron allí dentro durante años... y muchos de ellos no salieron jamás. Murieron dentro por el temor a encontrarse con el ejército invasor.
Al término de la visita fuimos al hotel a descansar, asearnos y cenar, y listos para prepararnos a vivir una noche mágica más. Lo primero que hicimos, por indicación de la guía, fue a ir a ver una cascada de agua en un edificio cercano que nos sonó a cuento chino (perdóneseme la grosera licencia literaria). Al llegar nos encontramos con un feo edificio gubernamental en el que no sabíamos lo que iba a pasar. Y mira tú qué cosas tan chulas hace este pueblo. Resulta que habían decidido tiempo atrás aprovechar la fachada del edificio para, a una hora en concreto de la noche, derramar desde arriba agua convirtiendolo todo en una cascada imponente que obliga a que te separes varios metros para no acabar calado. Aquí comenzó mi especial relación acuífera apasionada con Guilin. Os dejo tres secuencias de fotos que creo que os aclararán lo que intento contaros.
Aquí aún no ha comenzado a caer el agua
Aquí ya se puede ver el agua que comienza a caer
Y aquí ya está cayendo con ganas (observad a la gente con paraguas)
Tras disfrutar con esta pequeña virguería fuimos corriendo a coger una pequeña embarcación que nos iba a llevar de paseo por los cuatro lagos de la ciudad (tres naturales y uno artificial). Acojonante la experiencia. Mientras la embarcación iba yendo de un lago a otro, íban desfilando ante nuestros ojos puentes, espectáculos en vivo, pagodas, luces, música, y pescadores con cormoranes.
La Pagoda del Sol y la Pagoda de la Luna
Pesca nocturna con cormoranes
El Golden Gate de San Francisco
El puente de Venecia
Flipante, ¿verdad?. Pues si le dáis al play en estos cortísimos videos os haréis una somera idea de la pequeña travesía tan bonita que hicimos por los lagos y que no se nos olvidará nunca. ¿A que apetece estar allí? ;-)
Y después a sobar porque al día siguiente tocaba hacer un crucero por el rio Li, otra de las cosas que con más ganas esperaba yo de este viaje, y no me defraudó, ni mucho menos, tanto es así que me hubiese quedado unos cuantos días en esta zona de China, una zona de campesinos, pescadores, paisajes agrestes y verdes, que me encandiló tanto que hago publicidad de ella siempre que puedo.
El paseo por el rio Li dura toda la mañana y se come incluso en el propio barco. A pesar de estar nublado el sol engancha bien y si no te proteges luego te pasa factura. El calor y la humedad no son tan agobiantes como en otras ciudades debido a que el verde está por todas partes, y lo cierto es que esta zona tiene cada vez más turistas por lo que algún día tendrán que controlar de alguna manera la llegada de gente. No obstante, si no esperas a la jubilación podrás disfrutar sin agobios aún de estas vistas.
En la comida tuvimos ocasión de probar por fin el famoso licor de serpiente, bueno tuve, porque nadie más que yo se atrevió con él al comprobar que dentro de la botella estaba el correspondiente ofidio, que por cierto es de una especie venenosa. Es un licor bueno para el reúma, que tiene 50º grados (no es buena idea beber mucho ;-), y que tiene muy buen gusto en mi opinión, por lo que al desembarcar me compré una botella para traerme a casa (sí, con el ofidio dentro también, está chula :-), y llenarme la petaca que compré en San Petersburgo el año pasado para ir a San Mamés "entonado", ¡glubs!. La ingesta quedó grabada para la posteridad en esta foto.
Obsérvese la cara del entregado público...
Por último, al bajar del barco vimos que había mucha gente alrededor de un señor muy mayor que se dejaba hacer fotos con él a cambio de 5 yuanes. Al hombre, que era un pescador, le temblaban bastante los brazos y le costaba sostenerse de pie sujetando con un palo dos cormoranes. Reconozco que nos dió un poco de pena y Garai quiso hacerse una foto con él; al pagarle se le cayeron todos los billetes que tenía en la mano izquierda y le tuvimos que ayudar a recogerlos del suelo y guardárselos. No lo estaba pasando bien, la verdad.Me he entretenido contando esto porque lo más soprendente es que, dos días después de nuestro regreso a casa, dieron un documental en el Canal Natura (sí, algunos vemos estas cosas) que hablaba de la pesca con cormoranes en Guilin, explicando que este era el único sitio del mundo en donde se practicaba hasta hace poco y, este señor, era ni más ni menos que el último pescador que quedaba, y que había decidido dejarlo porque era muy duro y solo se podía alimentar a una persona con su trabajo. Entonces él y sus hijos tomaron la decisión de vivir de esta forma del turismo y les iba mucho mejor que antes, contaban con alegría que gracias a ello habían podido tener su casa (que era muy humilde por cierto). Nos quedamos boquiabiertos al verle en la tele. Y desde entonces miramos a este hombre y las fotos que nos hicimos con él de otra manera, la compasión se ha tornado admiración y respeto, y él no sabe que a miles de kilómetros de su casa hay tres personas que le recuerdan con gran cariño.
Tras el crucero nos dirigimos en autobús a ver cómo se vivía (y vive) en una casa típica de campesinos de la zona. Paramos en un paraje de la carretera y nos recibieron dos señoras mayores (entre 65-75 años más o menos) con una vitalidad llamativa. Con una sonrisa de oreja a oreja nos decían "Ni Hao" continuamente y se hacían fotos con todos nosotros.
Patio interior de la casa
Garai produciendo leche a la antigua usanza
La sala para las reuniones familiares
Los ataúdes de ambas señoras esperando a ser usados algún día
El cabeza de familia levantando una pesa de 25 kg
La foto de despedida
Tras esta entrañable visita nos dirigimos a la experiencia más divertida de todo el viaje, subir a unas embarcaciones de juncos para... para... bueno, mejor que lo veáis :-)Descendíamos por esas pequeñas cascadas con el agua saltando hasta nuestra rodillas
El paseo acabó convertido por momentos en una batalla campal de agua con los tubos que véis en el video disparando agua. Nosotros no nos pudimos defender y los chinos nos calaron por completo, nuestro "remero" disparaba a diestro y siniestro a las chicas guapas y nosotros encajábamos todo entre carcajadas, terminamos completamente empapados como niños. Un día perfecto para disfrutar de todo y para reirnos con ganas. Una despedida brillante de Guilin que no olvidaremos jamás. Ahora te toca a tí.