Según el relato de los hechos que ha llegado, probablemente distorsionado, hasta nuestros días, Ponce de León asistió al interrogatorio de algunos indios que habían sido hechos prisioneros. Preguntados sobre las riquezas que contenía la isla los nativos hablaron de perlas y otros diversos tesoros, y alabaron, con especial empeño, las propiedades de las maravillosas aguas en las que saciaban su sed. Contaron, sigue la leyenda, que existía una fuente en la que un nativo “gravemente enfermo y ya muy mayor” fue a beber y que, tras hacerlo, todos comprobaron asombrados que aquel hombre “recuperó su fuerza varonil y practicaba todos los desempeños viriles, habiendo nuevamente tomado una esposa y generado más hijos“. Oyendo esta parte del relato con entusiasmo, Ponce de León, ya un hombre maduro, se convenció de que los indios describían la mítica fuente de aguas rejuvenecedoras, cuya existencia conocía ya por otros rumores.
Y hasta aquí la leyenda. Si hubiera dado fruto la búsqueda de Ponce de León podría ahorrarme el resto de la entrada, porque hoy trata sobre el concepto de cómo envejecer con éxito. Pero no, Ponce de León no dio con aquella fuente y es bastante improbable que su existencia no fuese más que una fábula indígena.
La educación, una buena función cognitiva, el optimismo y la capacidad de recuperación, son elementos que influyen a la hora de conseguir envejecer con éxito, según estudio de la Universidad de California y la Universidad de Stanford (EE.UU.) y que ha sido publicado en The American Journal of Psychiatry. Además, el trabajo ha comprobado que la resiliencia y depresión influyen a la hora de conseguir un envejecimiento exitoso y casi tanto como los problemas que repercuten en la salud física del individuo.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores examinaron a más de mil personas de entre 50 y 99 años, con una edad media de poco más de 77. El sondeo recopilaba preguntas sobre las enfermedades crónicas, la discapacidad, así como el compromiso social y la autoevaluación de su salud.
Por otra parte, y en otro estudio, se ha asociado el envejecimiento a la sabiduría. Sus conclusiones señalan que el funcionamiento mental y psicosocial a menudo mejora con la edad, aunque la salud física merme. Médicos, psicólogos y gerontólogos sostienen que la sabiduría relacionada con la edad puede servir para compensar las pérdidas biológicas en la vejez, lo que permite a los adultos mayores utilizar mejor los recursos que les restan. La avanzada edad, asociada a la sabiduría, puede ayudar a superar los efectos negativos de las enfermedades y los factores de estrés que son comunes en la vejez y conducir a una mejor salud mental. La investigación neurológica ha demostrado que el crecimiento del cerebro y el desarrollo siguen en la vejez: es el concepto conocido como 'Neuroplasticidad del envejecimiento'.
Somos ya más de siete mil millones de habitantes, y este récord ha sido posible gracias, sobre todo, al aumento de la esperanza de vida, que en los últimos doscientos años, en menos de diez generaciones, se ha duplicado. Quizá estemos viviendo ahora el legendario umbral en el que se desentrañarán los mecanismos fundamentales del proceso de envejecimiento.
No todos envejecemos de la misma forma. Así como cada vida es única, cada persona que llega a la ancianidad lo hace a su manera, con sus rasgos particulares. Son estas características únicas las que definen la calidad de vida de un individuo durante las últimas décadas de su vida. Lo que parece claro es que envejecer no es simplemente una espera angustiosa del final, hoy sabemos que el envejecimiento es un continuo proceso de crecimiento y desarrollo humano, lleno de potencial, y altamente modificable por una combinación de responsabilidad personal y cuidados médicos adecuados.