Aclaración previa
En primer lugar, quiero decir que todo lo que expongo en este post, es fruto de mi experiencia diaria en el trabajo con niños y adolescentes. Si difiere en algunas cosas de la opinión de otros profesionales, es normal, porque cada uno puede tener una formación y experiencia distintas, y creo que en la variedad de opiniones está la riqueza, por eso si alguien opina de manera distinta le invito a que lo exponga en comentarios, porque significará riqueza para todos los que nos lean.
Fundamentos
Aclarado esto, me gustaría hoy hablaros de las frases que jamás debéis decirles a un adolescente.
Pongamos por ejemplo, la aceptación de los cambios físicos. Cuando eres niño, el físico no es una cuestión importante, o por lo menos no es relevante a la hora de relacionarte. Pero al llegar a la adolescencia, éste se aproxima cada vez más al físico de un adulto, y aunque la mayoría de ellos aceptan estos cambios e incluso le son bienvenidos, para algunos es motivo de vergüenza, de no aceptación de su propio cuerpo.
Al igual que éste hay muchos otros cambios difíciles de sobrellevar, que nos obligan a cambiar nuestra forma de actuar con los que hasta hace poco eran nuestros "niños", si queremos que lo sigan siendo, y si queremos seguir ofreciéndoles una educación que funcione.
Sobre todo, tenemos que cambiar porque, son personas con pensamientos propios, con capacidad de tomar decisiones, con gustos, preferencias y que llegados a este punto de sus vidas, quieren una independencia de los adultos para ciertas cosas.
1. No puedes... no debes... no lo hagas... está prohibido...
Para un adolescente una "prohibición" sin ningún tipo de argumento, simplemente porque lo dice un adulto es un ataque directo a su perseguida independencia. Si queremos que no haga algo, no podemos prohibírselo sin más, porque aunque nos diga que no lo hará, seguramente, lo hará sin que lo sepamos.
No es que estén empeñados en llevarnos la contraria, es que ellos quieren empezar a tomar sus propias decisiones. Por eso tenemos que sentarnos y darles razones por las que creemos que no pueden tener cierto comportamiento o hacer cierta cosa, y que consecuencias puede tener, para que ellos puedan tomar la decisión si realmente el hecho les aporta algún beneficio o puede tener consecuencias negativas.
Verse con el poder de decidir, siempre es más beneficioso incluso para la formación de su personalidad que hacer las cosas porque se las imponemos.
2. No te juntes... no seas amigo... no me gustan esas amistades...
Aunque puede sonar similar al anterior porque pueda parecer una prohibición, pero lo que hacemos realmente es dar una opinión personal sobre una persona o personas que para nuestro hijo ahora mismo, quizás tengan más influencia en él que nosotros mismos. Diciéndole ésto no evitarás que se junte con ellos o que sea su amigo, porque lo que verdaderamente estarás haciendo es poner a tu hijo en contra tuya.
Quizás deberíamos plantearnos que son libres de elegir amistades, y en el caso de que éstas creamos que están influyéndole de manera negativa, lo que tenemos que hacer es volver al paso anterior y exponerle a nuestro hijo actitudes, comportamientos, que no son correctos y sus consecuencias, que conozca para poder decidir, para tener personalidad suficiente para no dejarse llevar por nadie.
Si tu hijo sabe para poder tomar la decisión correcta, ten por seguro que dará igual con quien se junte, si el grupo por ejemplo fuma y tu hijo conoce los riesgos que ésto implica y decide no hacerlo, no hará lo que hace el grupo.
3. Tú y yo somos colegas... somos amigos...
A tu hijo ahora mismo los únicos amigos que le interesan son sus iguales. Puede que compartáis algunas actividades, hobbies, conversaciones, pero el tema "colegueo" hará que no te tome en serio.
Tú eres el adulto de referencia y tienes que seguir siéndolo, no digo con ésto que tienes que ser un sargento, y mantener las distancias, sino que tienes que estar cuando tu hijo quiera hablar, pero no meterte innecesariamente en su vida como si fueras un amigo suyo.
Mientras más invadamos su intimidad, e intentemos hacerlo como si fueramos un amigo, más se alejará de nosotros en ese sentido. Él tiene que saber que puede acudir a tí como adulto que eres, para solucionar las cuestiones que él no sepa, pero deja que sus iguales ejerzan de amigos.
4. No me gusta cómo vas vestido... porque vistes así... ponte otra cosa...
En la adolescencia, se comienzan a definir las personalidades y normalmente éstas se identifican bastante bien en la forma de vestir, suele ser una forma de decir al mundo a qué grupo pertenecen. Por eso vemos muchos adolescentes en grupos sociales con ropa muy similar según sean góticos, otakus, skaters, pijos, grunge, y muchos tipos peculiares de vestir, que no por ello incorrectas.
Lógicamente su revolución hormonal también tiene mucho que ver en la forma de vestir, porque suelen vestir para gustar a sus iguales.
Y aquí volvemos a lo de siempre, si la forma en que viste tu hijo no es incorrecta, no es manifiestamente inadecuada, y simplemente es porque a tí personalmente no te gusta, no hay porqué prohibirla, ni siquiera criticarla.
Si aún así, hay cierta indumentaria que sí creemos que no es adecuada, siempre tenemos que hablar con ellos y darle razones que entiendan, y que sean ellos los que decidan, pero prohibirlas o criticarlas, nos llevará a un enfrentamiento innecesario.
5. Eres un vago... no sirves para nada... eres un inútil...
Aunque doy por hecho que sabéis que éstas y otras descalificaciones hacía los hijos no son correctas, he escuchado por boca de demasiados padres algunas de estas perlas.
Los insultos y descalificaciones, ya sea a vuestros hijos o a cualquier persona sólo sirven para demostrar que no tenéis ningún tipo de argumento mejor para poder solucionar lo que está ocurriendo en ese momento.
Por ejemplo, si llamáis vago a vuestro hijo porque no estudia, es porque realmente no sabéis como afrontar un problema como es la dejadez de vuestro hijo de los estudios, y ésto es algo en lo que tenéis que buscar soluciones, contando por supuesto con él, no decidiendo de manera unilateral, y por supuesto no humillarlo con ese tipo de adjetivos, que hará que su desidia aumente.
6. Cuando yo tenía tu edad... mira a fulanito...
¿Creéis que les es fácil ser ellos mismos a esa edad, como para que encima los comparemos con nosotros a su edad o con otras personas, y siempre de manera peyorativa?
Pongamos mejor la atención en ayudarles o en darle consejos pero jamás menoscabando su autoestima con comparaciones innecesarias y totalmente desacertadas.
7. No es para tanto... estás exagerando... menuda tontería...
Ya en esta edad es difícil que vengan a nosotros para que les ayudemos en sus problemas, porque normalmente suelen acudir a sus iguales, si a esto le sumamos que cuando lo hacen le quitamos importancia, no le hacemos caso o incluso los menospreciamos, habrá un momento en que su confianza en nosotros se romperá y entonces es cuando no acudirán a nosotros para absolutamente nada.
Y no sólo hacemos ésto con sus problemas, si no también con sus inquietudes, objetivos, logros y otras circunstancias de sus vidas, que quizás por el estrés de las nuestras o porque pensamos que a esta edad las cosas no son tan importantes, no escuchamos e incluso a veces obviamos.
Conclusiones
Aunque podríamos nombrar muchas más situaciones de enfrentamiento, fruto de frases inadecuadas que decimos a nuestros hijos, creo que éstas son las más significativas o quizás las que más se repitan.
Somos los adultos, por lo tanto deberíamos evitar en la medida de lo posible estas situaciones de enfrentamiento y menos aún provocarlas nosotros con nuestros comentarios o nuestras opiniones.
Así que la próxima vez piensa dos veces lo que vas a decirle a tu hijo.