Revista Cultura y Ocio

700

Publicado el 18 octubre 2010 por Njimenez79
Llevo todo el día pensando qué escribir para el post 700. Esto de los números redondos produce angustia y grima, así, todo mezclado, agitado y vomitado. Puag. Pero, en el fondo, me pone. Soy así de rara.
Hoy termina un fin de semana raruno. Con demasiadas despedidas y no menos incertidumbres. Con la sensación de desasosiego que provocan los cambios inesperados. Y con la prisa de tener que llegar a demasiados sitios en demasiado poco tiempo.
Quizá haya que tener el optimismo intrínseco de los toreros, que con una "promesa" de Rubalcaba ven el cielo abierto. Gistau les pone firmes:


"Mucho deben de haber interiorizado los toreros los insultos de los animalistas para necesitar que sea un ministro quien les diga que no son torturadores, ni despojos cavernarios, ni agentes de la España negra. Descubrimos en esta frase una vocación orgánica, como la del intelectual que tiene más subvenciones que lectores, más sumisión que libertad, que refuta la supuesta hidalguía del torero. Cuyo prestigio, de artista o de lo que sea, antes debería depender de la confrontación con el toro, de los tendidos broncos y de los mentideros taurinos que de un designio oficial. Si hasta los toreros se nos resguardan en la covachuela ministerial, como los poetas laureados y los artistillas militantes, si hasta ellos tienen miedo de existir a la intemperie, es que sin duda ha cuajado en España esa voluntad gregaria que es el cimiento de cualquier Régimen que absorbe la individualidad" ("El torero como cultureta", en El Mundo).
Quedo con Paco Aguado para hablar de subvenciones europeas y se me olvida preguntarle por esto. Las prisas de la tele. Él es contundente: la ausencia de ayudas devolverá al mercado a como estaba hace dos décadas, o sea, al equilibrio. Adiós a los ladrilleros y a los traficantes de derechos.
Cuando acaba el día, repaso con pocas ganas el XL Semanal y el Magazine de La Vanguardia. Escribí para ganarme la pluma con la que se premia la mejor carta al director, pero a la vista está que mis teclas no merecen laureles. Al menos me queda el consuelo de la visibilidad. Con nombre y dos apellidos. Manuel Durán lo ha leído y me da la enhorabuena. Y me dice que no me preocupe por la pluma, que él colecciona y me va a regalar una. Yo también colecciono, así que decido intercambiarlas.
Con amigos así, todo es más fácil.

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