Por Ileana Medina Hernández
María
Probablemente la humanidad surgió patriarcal. Si hubo existencia de
matriarcados o de sociedades más igualitarias aisladas, las pruebas son
escasas. Da igual. A los efectos, desde que hay Historia con mayúsculas,
las sociedades que conocemos son patriarcales.
Los mitos
fundacionales, tanto los greco-romanos, como los judeo-cristianos,
tuvieron como función principal legitimar el patriarcado. Dioses
masculinos que usurpaban la capacidad de crear y procrear de las
mujeres. De los muslos y costillas de los hombres surgía la vida.
"Parirás con dolor y tu marido te dominará" parece asociar el dolor del
parto con la condición de dominada de la mujer. Mujeres empoderadas,
salvajes y dueñas de sí mismas parirían sin dolor, como el resto de las
mamíferas (lo de la pelvis estrecha por la bipedestación es otra
explicación quizás falsa: unas pocas pero cada día más mujeres estamos
descubriendo que se puede parir sin apenas dolor, incluso hasta
orgásmicamente.).
El cristianismo tuvo obstáculos en su misión de
extenderse como religión católica (que significa universal) y no le
quedó más remedio que sincretizarse con los cultos más extendidos por
las tierras paganas: los cultos a la maternidad, a las diosas, a la
fecundidad, a las cosechas, a la tierra. De ahí surgen todas las advocaciones marianas.
Había sacado a la mujer de
la Divina Trinidad: Padre, Hijo y... Madre, claro. La omitió y la
travistió en el Espíritu Santo. En concesión a los cultos mayoritarios,
volvió a incluir a la Madre (con el truco de una Sagrada Familia
diferente de la Divina Trinidad). Incluyó una madre aséptica, virgen,
asexual, pasiva. Desde entonces, las mujeres debíamos ser, o madres
sumisas, o putas usadas y despreciadas a la vez. La sexualidad de las mujeres quedaba aniquilada.
También la de Cristo y la de los sacerdotes. Un mundo con la sexualidad
aniquilada es una herramienta poderosísima de dominación: a los bueyes
se les castra para que trabajen mejor.
La dominación de la mujer en
realidad era necesaria no por la mujer en sí misma, sino para poder
dominar a su vez a las criaturas: nacidas con dolor de sus vientres,
separadas de las madres al nacer, cambiada la leche humana por leches de
vacas, ovejas y cabras, dejados solos para jugar y dormir, castigados,
golpeados, sin una madre conectada desde el momento del parto que los
protegiera, peor aún, con una madre patriarcalizada que a la vez
castigaba, golpeaba, abandonaba y vertía su propia infelicidad de mujer
dominada sobre sus hijos.
La humanidad nacida y criada así, tanto
ricos como pobres, es muy fácil de ser manipulada. Nos criamos débiles,
sumisos, sin autoestima, dispuestos a convertirnos en dominados o
dominantes, en víctimas o en verdugos. Así se estructura y se trasmite
de generación en generación la sociedad de guerras, esclavos y humanos
neuróticos que conocemos.
El culto a la virgen esconde sin embargo,
el culto a esa Madre perdida, a esa Madre poderosa que protege y ama,
conectada con la Naturaleza, con la Sexualidad y con lo Salvaje. Culto
que ha permanecido vivo en diferentes religiones paganas y esotéricas.
Hoy es el día de María. Los creyentes
y no creyentes deberíamos recordar que honrar a María es honrar a las
mujeres, a su capacidad creadora, y con ella a la Madre Naturaleza.
Separarse de la naturaleza y separarse de la madre es lo mismo. La
cultura patriarcal es dañina no solo porque daña a las mujeres, sino
porque daña también a las criaturas, o sea, a todos.
Los hombres también son víctimas de las crianzas autoritarias,
desapegadas, de la falta de amor. Es precisamente eso lo que puede
llegar a convertirlos en maltratadores, en violentos, en autoritarios... alimentando una rueda dentada sin fin.
María fue fecundada por un hombre al que ojalá hubiese amado y la
hubiese amado. Parió libre, en la naturaleza, en cuatro patas, en un
establo que recuerda su condición de mamífera. El niño fue "adorado":
todos los niños son hijos de Dios y deben ser adorados al nacer. Su
nacimiento es una bendición y merecen el amor, el respeto y el cuidado
de toda la comunidad.
María: te devolvemos tu derecho a tener sexo
con placer y libertad, a parir con placer, a amamantar con placer, a
criar con placer, a amar con placer y a regar y a difuminar tu amor
entre tus hermanas, tus parejas, tus hijos, los animales, la humanidad y
la naturaleza.
Humanas: recuperemos nuestra capacidad de amar y de
cuidar, a nuestros semejantes y a todos los seres vivos. Recuperemos y
honremos la sexualidad, el cuerpo, el manantial de amor que sale de
nuestros vientres, úteros y vaginas. Las mujeres somos las tejedoras de
amor del universo.
Humanos: honremos no ya solo a la madre que les
dió la vida, sino también a todas las mujeres y a los frutos de su
vientre. El amor empieza por uno mismo y se difumina hacia quienes nos
rodean. No son las leyes ni los rezos los que pueden darnos la
felicidad, ni mejorar el mundo. Es el poquito de amor que podemos dar
hacia quienes nos rodean. Alegría, amor, generosidad, en cada acto
cotidiano.
No se necesitan iglesias, palacios, juzgados... No se
necesitan complejos sistemas políticos y legales, complejas escrituras
religiosas, complejos sistemas de santería o brujería, complejos
manuales de filosofía, complejas novelas abstractas, complejos análisis
sociológicos o semióticos: es todo más simple.
Gracias, María. Gracias, Caridad, Candelaria, Pino. Gracias, Oshún. Ojalá los humanos te entiendan de verdad algún día.
Amen.