Sabes que una tormenta solar es grave cuando los edificios se incendian. ¿Suena loco? Realmente sucedió hace 100 años.
El 15 de mayo de 1921, la tormenta solar más grande del siglo XX impactó la Tierra. Alrededor de las 02:00 GMT de ese día domingo, una instalación de telégrafo en Suecia estalló en llamas. Lo mismo estaba ocurriendo en Nueva York, cruzando el Atlántico. Las llamas envolvieron el tablero de la estación Brewster del Ferrocarril Central de Nueva Inglaterra y se extendieron rápidamente hasta destruir todo el edificio. Durante el gran incendio, las líneas telefónicas de larga distancia se quemaron en Nuevo Brunswick; los voltajes en las líneas de telégrafo en Estados Unidos aumentaron hasta 1.000 V; y las auroras fueron vistas desde barcos más allá del ecuador. Fue una enorme tormenta solar.
El estallido ocurrió en la parte final del ciclo solar 15, un ciclo ordinario que estaba por terminar en 1921. La cantidad de manchas solares era baja, pero solo bastaba una. La mancha solar gigante AR1842 apareció a mediados de mayo y comenzó a estallar, lanzando múltiples eyecciones de masa coronal (CME) hacia la Tierra. En esos días, los científicos nunca habían oído hablar de las CME, por lo que estaban completamente sorprendidos cuando las nubes de plasma golpearon la Tierra. En todo el mundo los magnetómetros se salieron de la escala repentinamente y los marcadores de registradores gráficos trataron sin éxito de llegar a la parte más alta de sus papeles.
En respuesta al impacto, el campo magnético de la Tierra se movió hacia atrás y adelante, balanceándose con energía. Los incendios fueron un resultado directo. Cuando un campo magnético cambia rápidamente, la electricidad fluye a través de los conductores en el área (inducción magnética). Las línea de telégrafo de principios del siglo XX, repentinamente se encontraron llenas de corrientes inducidas. En Suecia y Nueva York, los cables se calentaron tanto que encendieron papeles telegráficos y otros combustibles.
¿Qué pasaría si la misma tormenta nos golpeara hoy? Un informe de 2013 de la Real Academia de Ingeniería de Reino Unido resume las posibilidades. Basta decir que los incendios serían la menor de nuestras preocupaciones. La tecnología moderna es mucho más susceptible a la actividad solar que los simples cables de cobre de 1921. La misma tormenta solar podría hoy dejar fuera de servicio redes eléctricas regionales, exponer a los viajeros aéreos a la radiación, destruir satélites y desactivar tecnologías de radio como el GPS.
La pérdida de electricidad a menudo es citada como el peor efecto secundario de una supertormenta solar, pero los sistemas eléctricos son más resistentes de lo que solían ser. Gracias a las mejoras hechas después del gran apagón de Quebec de 1989, muchas redes modernas se recuperarían rápidamente. Una pérdida más preocupante puede ser el GPS. Pensamos en el sistema de GPS como nuestra principal manera de encontrar cosas: el traslado de ambulancias, pilotos buscando las pistas de aterrizaje, etc. Pero hay más. El GPS nos dice qué hora es a través de un servicio de relojes atómicos a bordo de satélites. De hecho, la hora de GPS forma parte del tejido de la sociedad moderna.
Considera el siguiente párrafo de un informe de The Atlantic titulado “¿Qué ocurre si falla el GPS?” (“What Happens If GPS Fails?”):
Las redes de telecomunicaciones se basan en los relojes de GPS para mantener las torres de telefonía sincronizadas para que las llamadas puedan pasar entre ellas. Muchas redes eléctricas usan los relojes en equipos que ajustan los flujos de corriente en las redes sobrecargadas. El sector financiero usa sistemas de hora derivados del GPS para datar los cajeros automáticos, tarjetas de crédito, y transacciones de mercado de alta velocidad. La sincronización de las redes informáticas, televisión y radio digitales, informes meteorológicos de radar Doppler, monitoreo sísmico, incluso la secuenciación multicámara para la producción de películas; los relojes GPS influyen en todo.
— Dan Glass, escritor en medios como The New York Times, Wired o Vice
“¿Qué pasaría si todos estos relojes voladores fueran eliminados y todo en tierra comenzara a parpadear marcando las 12:00?”, se pregunta Glass. La respuesta: “Nadie lo sabe”.
Los investigadores del clima espacial frecuentemente llaman al evento de mayo de 1921 como una “tormenta única en 100 años”. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que tales tormentas ocurren con más frecuencia; cada 40 o 60 años. De cualquier manera, estamos atrasados.
Fuente: Spaceweather.com