Revista Arte

A ANA SANTOS, IN MEMORIAM. Carlos Gámez Pérez | Nagari

Por Cgamez


Ana Santos
Hace aproximadamente tres meses que nos dejó Ana Santos Payán, más conocida como Ana Gaviera por su labor al frente de El Gaviero Ediciones,
uno de los sellos editoriales que en los últimos años apostó con más
fuerza por la poesía y las ediciones cuidadas hasta el detalle en
España. Difícil será juzgar a una persona a la que no conocí en vida, si
no la juzgo por su obra. A eso se van a dedicar la líneas que siguen.
Dadas mis relaciones con la poesía, normalmente centradas en los enlaces
de esta con la ciencia y la tecnología, no me queda otra que hablar de
una de las apuestas de Ana Gaviera: Química de Sofía Rhei; y también de la colección de poemas postales SciFiPoesía.   El primero es un libro sorprendente que ha llegado a mí desgraciadamente tarde y por el consejo de Elena Medel, por cuanto temo no haberle hecho justicia en su momento. Se trata de un objeto delicadamente elaborado, como todos los de El Gaviero Ediciones, con su formato de cuadernillo en portada y contraportada. Pero que además sorprende por el uso de los símbolos de los elementos químicos como las cabeceras de las secciones del libro,
tanto de los poemas como del Preludio y el Cauce. Si las palabras surgen
de la combinación de letras (sonidos en el caso de la poesía), las
distintas apariencias de la materia surgen de la combinación de
elementos químicos.   Pero no queda ahí el uso de elementos químicos en el texto. También aparecen periódicamente esos símbolos al pie de algunas páginas seleccionadas, y a veces son capaces de construir significación en el poema, como en el caso de “Au” (48), muy en la línea de otros escritores españoles que han trabajado los elementos gráficos en la página poética, como el poeta y teórico Vicente Luis Mora.   La presentaciones innovativas no quedan ahí, Rhei utiliza en varios poemas la secuencia ordenada numéricamente a modo de entrada de diccionario, con una numeración sesgada y seleccionada en donde se pone más de manifiesto la relación entre ciencia y lingüística (y por tanto, poesía), como en el poema “FUNCION” de la página 35. También es notable el aparato de citas
que inician varios poemas, que se respaldan al final con la bibliografía
seleccionada, lo que muestra que se trata de una propuesta con riesgo y
que Ana Santos apostaba por valores poéticos verdaderamente
transgresores y capaces de levantar un edificio propio.   En su relación con la ciencia, la notable interacción que la química y la poesía tienen a través de la alquimia queda de manifiesto en el prólogo, y cuando en el poemario de Rhei leemos: “No es una onda ni una partícula/ pero brilla y
calienta, y vuelve de oro,/ y revela facetas de las cosas” “LuCeS”,
20). Pero además de lo alquímico (que también se refleja en el
mencionado “Au”), en estos versos se observa que la poeta toma a la
ciencia como una poética capaz de describir el paso del tiempo:
“Cualquier lugar,/ por mucho que se obstine en no inmutarse,/ es
convertido en arena salada por las olas” (“ArMoNiCa RuTiNa”, 21).   Por lo que respecta a SciFiPoesia, se trata de una colección de postales con poemas de ciencia ficción ilustrados por notables ilustradores españoles y que la editorial desarrolló entre 2007 y 2009. Las parejas (poeta/artista
gráfico) de este curioso cóctel son: 1. Pedro J. Miguel/Santiago Girón
(“Tormenta Cósmica”); 2. Estibaliz Espinosa/Pablo Gallo (“Ghost in
Machina”); 3. Raúl Quinto/Joaquín López Cruces (“Zona-Cero”); 4. Javier
Rodríguez Marcos/Amaia Ballesteros (“Chatarra y Sueño: [Androides en el
vertedero]”). Se trata de cuatro poemas de ciencia ficción, género muy
sugerente, poco practicado en España más allá de grupos como
“novaexpressión” y más recientemente, el excelente poemario de Diego Doncel: Porno Ficción.   En este caso, los poemas tocan dos temáticas distintas: 1) la destrucción posapocalíptica; 2) los robots y los androides y sus supuestas percepciones humanas al modo de Blade Runner (por poner un ejemplo conocido para el lector). De todos, y esta es una opinión subjetiva, yo me quedo con “Zona-Cero”, de Raúl Quinto, que tal vez fue el que más me impresionó, aunque cabe decir que
los grafismos de Pablo Gallo y Joaquín López Cruces resultan también muy
atrayentes.   En fin, hasta aquí el comentario a un trabajo, el de El Gaviero Ediciones, y a una persona, Ana Santos, que trabajó en pro de nuevos territorios poéticos, como el de los intersticios de la poesía con la ciencia y la CF, dignos de
aplauso. DEP.


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