Reduciendo a cenizas nada más ni nada menos que al Chelsea campeón de Europa, el Atlético Madrid le dio forma a una de sus noches europeas más memorables y sumándole una nueva estrella a un palmares que hizo crecer en momentos en los que su grandeza era indiscutible y desde que conquistó la Uefa Europa League en Hamburgo hace dos años ha vuelto a aderezar tras años de repetidas frustraciones obtuvo la Supercopa de Europa.
Dándole al encuentro una importancia superior a la que le dio el once londinense, que por haber sido quien alzó el trofeo de mayor relevancia cargaba con el rótulo de candidato, el Atlético lució orgulloso su estirpe de equipo seguro, convencido e intenso y como si hubiera querido recordarle al mundo las razones de su presencia en el envite redondeó una actuación igual de brillante que la que en Bucarest le permitió adueñarse de flashes en principio reservados para el Athletic Bilbao.
Las similiudes fueron tantas con aquella final que hasta volvió a erigirse en protagonista principal Radamel Falcao, quien en su camino a seguir forjando una carrera hasta aquí inmaculada dio cuenta de su descomunal apetito ofensivo convirtiendo tres de los cuatro goles con los que finalmente fue posible el triunfo.
Sin permitir que sobre el juego reine la paridad, el cuadro comandado por Diego Simeone exhibió una gran ambición y ejerció un dominio que lejos de ser parcial fue absoluto, básicamente porque a lo largo de los noventa minutos de juego fue mejor que su rival en todas las facetas del juego.
Apuntalado en su descomunal despliegue, el equipo presionó con voracidad e intensidad y principalmente espoleado por un sensacional Arda Turan, brillantemente secundado por Koke y Adrián, se manejó a las mil maravillas con el balón, al que condujo con criterio y precisión hacia zonas de peligro, en las que la endeblez del Chelsea fue tan sorprendente como alarmante, exhibiendo muchísima agresividad.
Dicha superioridad convirtió el juego en un monólogo, en el que con inusual regularidad las ocasiones de gol se sucedieron a lo largo de prácticamente toda la etapa y terminaron por darle forma a una exhibición futbolistica soñada y maravillosa, a la cual un notable Falcao se encargó de transformar en rentable con tres golazos.
Tras dar un primer aviso a los 3 minutos, estrellando un remate en el travesaño luego de un centro de Filipe Luis, el colombiano primero enderezó el rumbo marcando a los 6 y a los 18 y, no conforme con eso, luego le puso definitivamente el broche a su memorable noche sentenciando mucho antes de lo imaginado el duelo a los 44.
Los dos primeros lo convirtió tras recibir de Koke, primero escapándose mano a mano y definiendo con sutileza y luego burlando el marcaje de Ashley Cole y David Luiz y colgandola del angulo superior derecho de Petr Cech desde el vértice del área, en un tanto similar al primero ante el Bilbao en la final antes mencionada. Y el tercero, que llegó tras dos chances muy claras desperdiciadas por Gabi y Adrián, finalizando en posición propicia un contragolpe de manual brillantemente gestionado por Arda.
Vulnerable e indolente, el Chelsea no encontró respiro en Frank Lampard ni desequilibrio en los pies de Juan Mata y Eden Hazard y con Fernando Torres, de encuentro más que especial, pasando completamente inadvertido no esgrimió respuestas en ningún momento, lo que hizo que sus escasísimos intentos ofensivos solo se reduzcan a aproximaciones desprovistas de agilidad y carentes de sentido.
Planteado dicho escenario, lo único negativo para el espectáculo fue que transcurrido el descanso el segundo tiempo perdió atractivo, lo que sin embargo no impidió que el Atlético llegara al cuarto gracias a Joao Miranda y el conjunto inglés al menos sume el tanto del honor mediante Gary Cahill.
Jugando como quiso, siendo fiel a lo que propone Simeone, padre de esta fabulosa resurrección, el Atlético Madrid sumó su cuarta conquista europea en dos años. Ausentes los complejos que tanto lo castigaron, hoy por hoy es colectivamente el que hace años sueña ser y disfruta de una identidad que ha vuelto a hacerlo reconocible. Y claro, también lo tiene a Falcao, al que nada ni nadie se le resiste.