Con la frase bumerán del título lo que en realidad quiero decir es que me enfrento ante un enorme dilema. ¿La causa?: intentar superar el enorme estado de duda en el que se encuentra sumida mi conciencia de espectador a la hora de rellenar, un año más y para que no se pierda la tradición de la Posada, la quiniela de los Goya, que están al caer. Según sostienen todas las opiniones solventes, el de 2016 fue un buen año para el cine español. Lo suscribo. Y con cierto conocimiento de causa, puesto que ha sido una de las temporadas en que más películas locales he visto. Y, además, donde creo que deben seguir viéndose, en este universo tan apantallado, para apreciarlas como es debido: en el cine. Las dudas —y es buena noticia poder decirlo— vienen por la alta calidad de varios títulos, en especial los que compiten en las categorías más importantes. Así que mi apuesta no es tanto la del que juega al albur de la corazonada ganadora —que también—, como la de quien tira por la calle del medio al no conseguir salir de dudas. Sin más, me echaré a andar. Aunque aún no sé si en dirección a la gala televisada del próximo sábado 4 de febrero. O hacia el ashram de Danilo, mi antiguo maestro de yoga, conocedor de secretos que ayudan a vivir incluso en estados duramente perplejos. Me barrunto que no superaré los tres o cuatro aciertos. Incluso se me ha pasado por la cabeza la posibilidad de invertir la fuerza de la prueba y jugar a acertar lo menos posible. Naturalmente, una y otra opciones no son más que formas sibilinas, a fuer de sinceras, de curarme en salud.
El estreno como actriz de Ana Belén
en Zampo y yo.
Mejor película: Tarde para la ira. Pocas veces ha estado está categoría tan disputada. En mi opinión, si se exceptúa Julieta, el nuevo «quiero pero no sé ya si sé» de Pedro Almódovar, y teniendo en cuenta que no he visto Un monstruo viene a verme, las candidatas son todas favoritas. Tanto la reveladora y magistral crónica en formato thriller que es El hombre de las mil caras, como esa otra notable contribución al nuevo cine policial español —una de cuyas características, por cierto, es una marcada extravagancia a la hora de titular— llamada, también algo absurdamente, Que Dios nos perdone, podrían alzarse con el gran premio. Pero me decanto por Tarde para la ira porque hay en su factura cierta perfección rítmica, al estilo de un western milimétricamente ejecutado. Y tiene en su centro la que con toda probabilidad sea la secuencia más impactante de la temporada, a cargo de Manuel Solo. A este aspecto diferenciador encomiendo mi decisión.
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Tarde para la ira. Una estética digna del mejor western.
Mejor dirección: Pedro Almodóvar, por Julieta. Aquí a las dudas se suma la extrañeza que siento ante mi propia elección. Yo le daría este Goya a Alberto Rodríguez (El hombre de las mil caras), como primera y muy clara opción, y con Rodrigo Sorogoyen (Que Dios nos perdone) como alternativa . Ahora bien, dado que esto es una jugada de póquer en la que no sólo sirve saber ir de farol como intentar adivinar las verdaderas intenciones del rival, tengo para mí que este año la Academia se reconciliará definitivamente con Almodóvar y, siguiendo la tónica de la elección para los Oscar, el manchego puede alzarse con el premio. Que sería el tercero de la categoría en su palmarés, tras Todo sobre mi madre y Volver. Quede constancia, con todo, que en mi opinión Julieta, además de las dificultades del director manchego para filmar una historia "seria" sin ponerse estupendo, tiene (a mi entender, ya digo) un error clamoroso en la coherencia del guion que pesa como una losa sobre buena parte de la historia.Un hechizo llamado Bárbara.
Mejor actriz protagonista: Bárbara Lennie, por María y los demás. Apuesto aquí más con el corazón que con la razón, ya que sería el segundo Goya consecutivo para la actriz. Y no es frecuente. Pero siento debilidad por esta chica, desde que la descubrí en algunos remotos episodios de Amar en tiempos revueltos, y a la que hace unos meses vi defender con total solvencia, sobre las tablas de los teatros del Canal, un papel dificilísimo en ese intenso monólogo a dos voces que es La clausura del amor, ahora repuesto en el Pavón-Teatro Kamikaze. Corazonadas y azares aparte, mi Pepito Gríllez particular me sopla que esta estatuilla será para Emma Suárez, por Julieta. Y yo pienso que no sería injusto: su interpretación me parece lo más convincente de la película.Eduard Fernández frente a...
... Francisco Paesa.
Actor protagonista: Eduard Fernández,por El hombre de las mil caras.
Otro papelón. Y en un doble sentido. Por un lado, el que hace el actor catalán de la sonrisa dulcemente herida en su interpretación del villano Paesa, tan perfecto que no sería extraño que le hubiera creado algún problema de identidad al propio timador de Luis Roldán (con nuestro dinero). Y, por otro, por la dificultad que supone descartar las demás candidaturas: junto al eterno finalista Antonio de la Torre y Luis Callejo, ambos por la misma peli, no hay que olvidar que también entra en liza el muy poderoso Roberto Álamo(Que Dios nos perdone), un muy posible ganador, aunque en mi opinión no consigue llegar a la altura del sublime trabajo teatral que hace unos años nos regaló en Urtain No hubiera desentonado tampoco en esta categoría la candidatura de Álvaro Cervantes, que realiza un extraordinario trabajo en 1898. Los últimos de Filipinas, pero no logró superar la fase de candidatura.
Mejor guion original: David Pulido y Raúl Arévalo, por Tarde para la ira. No era fácil contar con equilibrio y eficacia esta historia. Lo han conseguido. Desde el abrupto principio hasta el delicado final. Quizás quede algún cabo suelto o alguna decisión no del todo verosímil por parte de algún personaje secundario, pero es un argumento de creciente complejidad, bien desarrollado y con un ritmo perfecto.
Mejor guion adaptado: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, por El hombre de las mil caras. Además del libro de Manuel Cerdán y un amplio trabajo de hemeroteca, parece claro —y los guionistas lo han contado y comentado— que detrás del perfecto thriller que es esta historia real hay numerosas contribuciones, directas y anónimas, de muchos de los que estuvieron al tanto de un asunto al que cabe atribuirle, por la enorme red de intereses bastardos que en él se aunaron, un papel muy relevante en el clima de corrupción que invadió amplio sectores la política española desde finales de los años 80, tal vez antes. Una página tan ominosa de nuestra historia reciente como reveladora. Tengo para mi, aunque es mera intuición, que el estreno de la película en plena crisis poselectoral pudo influir en ciertos comportamientos intempestivos de algunos viejos líderes.
Mejor actriz de reparto: Sigourney Weaver, por Un monstruo viene a verme, aunque ojo a Emma Suárez, por Julieta, que podría encontrar en esta categoría una compensación, si no gana el de mejor actriz. Creo que, a diferencia de los ocurrido otras veces, esta vez habrá un brindis internacional. O no.
Bayona marcándole el camino a la Weaver.
Mejor actor de reparto: Manolo Solo, por Tarde para la ira. Es uno de los pocos premios, junto con el de director novel, que no me crea dudas: su interpretación de la escena central e la película es sencillamente memorable.Mejor actriz revelación: Anna Castillo, por El olivo. La frescura, algo ingenua pero convincente, de su interpretación es lo más destacado de una película en exceso previsible. Su rival podría ser Sílvia Pérez Cruz... (de forma egoísta, prefiero que no se lo den a la gran Síívia, no le vayan a entrar dudas en su camino profesional y se resienta su dedicación a la música).
Mejor actor revelación: Ricardo Gómez, por 1898. Los últimos de Filipinas. Es una apuesta táctica. No me parece que su papel sea realmente relevante. Pero tiene cierta lógica que el protagonista de Cuéntame, al que henos visto crecer como si fuera casi un hijo nuestro, resulte el predilecto en las decisiones de los académicos, que también han de tener por fuerza, y por doblones, un corazoncito amamantado a los pechos de la televisión.
Un momento del rodaje de 1898 Los últimos de Filipinas. Foto: cortesía de Enrique Garrido.
Mejor dirección novel:Raúl Arévalo, por Tarde para la ira. Uno de los mejores pasos al otro lado de la cámara que se recuerda. Ojalá tenga continuidad. Cualquier otro resultado sería sorprendente. Aunque tiene mucho mérito el notable dominio de recursos y de dirección de equipos que Salvador Calvo pone de relieve en 1898. Los últimos de Filipinas, un debut muy maduro el suyo (46 años).Y en las demás categorías:
Mejor música original: Fernando Vázquez, por Un monstruo viene a verme Mejor canción original: «Ai, ai, ai», de Cerca de tu casa (canta Sílvia Pérez Cruz). Mejor dirección de producción:Carlos Bernases, por 1898. Los últimos de Filipinas.
Mejor dirección de fotografía: Álex Catalán, por 1898. Los últimos de Filipinas. Excelentes trabajo visual sobre los escenarios guineanos en que se rodó la película. Mejor dirección artística: Carlos Bodelón, por 1898. Los últimos de Filipinas. Sería uno de los premios que más me alegraría acertar, por cuanto supondría, también, el reconocimiento del trabajo de Enrique Garrido, atrecista de la película y muy querido amigo. Talabricense, por más señas.
Enrique Garrido con Eduard Fernández. y Karra Elejalde,
en un descanso del rodaje de 1898. Los últimos de Filipinas
Fotos: cortesía de E.G.
Mejor película iberoamericana: El ciudadano ilustre, de Argentina. Me fío de fuentes cercanas, ya que aún no he visto ninguna de las candidatas. Mejor película europea: Elle, de Paul Verhoeven. A esta perfecta ilustración del "mal francés" (un poco a lo Bataille) le plantará cara la emocionante y directa Yo, Daniel Blake, de Ken Loach. Si bien tampoco cabe descartar a El hijo de Saúl, el muy original filme de László Nemes. Si, finalmente, el premio es para El editor de libros, la bienintencionada pero muy insuficiente historia de Michael Grandage, quizás deba plantearme la continuidad de esta sección. Mejor corto de ficción: Grafitti, de Luis Quílez Sal. Mejor corto documental: The Resurrection Club, de Álvaro Corcuera y Guillermo Abril Mejor corto de animación: Decorado, de Alberto Vázquez.
☻Acierto. ☻Aproximación.