Revista Coaching

A la tercera, la vencida

Por Jlmon
Mis largos años de Viajero Accidental han acabado por conseguir que me haya convertido en una persona aceptablemente tolerante, flexible, paciente, enemiga de lo absoluto y relativista de lo sublime. Pero también me han permitido descubrir pautas de actuación ante los problemas y la incertidumbre específicas de cada una de las grandes sociedades que han prosperado en este ancho y lejano mundo. Así, hace tiempo que llegue a la conclusión de que los norteamericanos presentan el modelo que autodenomino IMA o lo que es lo mismo IMAGINA – MARCA – AVANZA. Sueñan, imaginan, marcan la meta y avanzan sin mayor dilación. Acostumbran a cometer errores de percepción, vacíos de previsión y, sobre todo, una ingenuidad sobre la influencia de los contextos colaterales que pasma. Pero, de una forma u otra, acaban por alcanzar el objetivo propuesto. Es un sistema de actuación y toma de decisiones que puede parecer tan elemental como el mecanismo del sonajero, pero ahí están. Asumen el error aunque difícilmente digieren el fracaso. Son conscientes de su baja capacidad de gestión del riesgo, pero a cambio ofrecen el clima adecuado para la aparición del liderazgo. Al otro lado del océano, los europeos presentan un paradigma radicalmente opuesto que denomino IPDA o lo que es lo mismo IDENTIFICAR – PENSAR – DECIDIR – ACTUAR. Rara vez se sueña, bastante difícil resulta gestionar el presente. Cuando surge el problema y avanza la incertidumbre, identifican exhaustivamente la causalidad, piensan y repiensan las alternativas posibles, activan complejos mecanismos de decisión y, una vez elegido el camino, no se apartarán del mismo bajo ninguna circunstancia. Esta pauta ofrece escaso margen al error por lo que resulta difícil diferenciarlo del fracaso, el emprendimiento es limitado y las condiciones ambientales para el crecimiento del liderazgo son adversas y tan sólo se doblegan cuando las circunstancias lo exigen aunque produciendo lideres atípicos con un fuerte componente individualista y de baja capacidad transcendental. A cambio de todo esto, se ofrece seguridad, convicción y máxima eficacia siempre y cuando los contextos operativos previos se mantengan inalterables. El paso del tiempo me ha llevado a desconfiar de  negros y blancos, prefiero la síntesis aditiva para combatir la imprevisibilidad de esas situaciones que denominamos problemas y que no son otra cosa que ventanas al futuro. Desconfió del “american way” por su baja tolerancia al dolor que puedan provocar las decisiones basadas en percepciones. Pero igual desconfianza me merece la Vieja Europa, resabiada y temerosa de repetir sus viejos errores. Cada problema es único e irrepetible. Estas son las condiciones que los hacen excepcionales e impermeables a la certeza de lo vivido y, en consecuencia, conocido. Como mucho, el problema admite un tenue déjà vu que no es otra cosa que la activación de ese viejo mecanismo de defensa intelectual que tenemos los humanos y que denominamos “función analógica” aunque no es menos cierto que esa curiosa paramnesia es el punto de partida para la activación de nuestra Inteligencia Estratégica que puede conducirnos a la solución acertada. En consecuencia, comparar la actual situación económica, política y social con la Crisis de 1929 y la posterior Gran Depresión, no pasa de ser un ejercicio de paramnesia en busca del placebo reparador. De hecho, si hubiera tal semejanza, hace tiempo que hubiéramos acertado con la terapia adecuada. Sin embargo, la analogía sí puede proporcionarnos pistas de lo qué no debiéramos hacer y, en consecuencia, ayudarnos a encontrar la senda adecuada. La Vieja Europa, una vez más, ejecuta la conocida pauta IPDA, pero esta vez lo hace de forma más ralentizada con lo que su capacidad de reacción se ve mermada en relación con el tiempo de respuesta soportable. En la década de los treinta del pasado siglo, cada país activó el IPDA con mayor o menor prestancia, pero la falta de coordinación acabó pasando una factura demasiado dolorosa. En la actualidad, el factor de Unión Europea podría hacer pensar en mayores garantías de coordinación y rapidez de ejecución en la ya de por sí parsimoniosa IPDA, pero la realidad ha venido a demostrar que la ausencia de liderazgo propicia las peleas de gallos, así como la validez del “sálvese quien pueda” cuando las llamas llegan a la puerta. Teóricamente, la Unión se basa en la relación entre iguales. La realidad demuestra que los centros de decisión continúan manteniéndose incólumes en el triángulo Londres – París – Berlín. Pero también pervive el viejo reparto de papeles en ese drama wagneriano que es la Vieja Europa. La Isla continua siendo una Isla, los franceses creen que pueden ser algo aunque no tienen claro qué es ese algo y los alemanes, simplemente continúan siendo alemanes. Pero, una vez más, es a estos últimos a quien les ha tocado dirigir la partitura. Quizás por ser los alumnos más aventajados del IPDA, hasta el punto de convertirlo en auténtica chanza continental desde tiempos  inmemoriales. Pero, de una forma u otra, ellos son la llave y el cerrojo, el papel y la tijera, la esperanza y la crispación. Guste o no, todos hacemos memoria y llegamos a la conclusión de que esta es la tercera ocasión en que Alemania decide por Europa en los últimos cien años. Las dos primeras decisiones desembocaron en catástrofe y esta lleva camino de poner en duda aquello de “a la tercera, la vencida”. Esa tuerta en el reino de los ciegos que es la canciller alemana recuerda en exceso a Brüning con cierto toques a lo Schleicher combinados con la frustrante inflexibilidad de  Schacht. Pero cuando se coquetea con el abismo, la conclusión puede ser el desastre. En las dos ocasiones anteriores nos dijeron que hubo vencedores y vencidos. Esta vez, no habrá vencedores, ni vencidos porque todos seremos perdedores. Desde los laboriosos y austeros nórdicos a los ingeniosos británicos, pasando por la racionalidad germana y terminando en la  festiva despreocupación mediterránea, todos seremos perdedores en esa vieja aspiración que llamamos Europa. Alemania debe pensar que es lo que es gracias a Europa. Por una vez, debe mirar más allá del Rhin como el fundamento de su Realpolitik. Necesitamos  su maestría a la hora de ejecutar el IPDA, pero también su percepción práctica para combinarla con el IMA. Alemania siempre ha crecido cuando ha pensado en Europa. La señora Merkel es la persona menos idónea para afrontar la actual situación por una simple y llana razón: piensa en Europa en términos de Alemania. Una vieja canción cuyo desenlace todos conocemos.

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