Revista Cine

A las estrellas

Publicado el 23 mayo 2016 por Jesuscortes
La más grande historia de amor contada por Raoul Walsh, tan intensa y absoluta que quizá le hubiese otorgado un lugar de privilegio si hubiese sido él uno de los jóvenes cineastas que debutaban en el cine americano por aquellos años, la protagoniza el personaje femenino más admirable de su obra, tanto y tan irreprochablemente como el Ben Allison de "The tall men" o el Socks Barbarossa de "Glory alley", por mencionar dos difíciles de olvidar una vez se les conoció. Tal vez Ann Sheridan era la otra actriz más adecuada, aparte de Ida Lupino, para interpretar a la cabaretera de esta película, "The man I love", que no suele contarse entre los monumentos de su trayectoria, supongo que por puro exceso de obras extraordinarias. El fulgor de "Pursued", su siguiente película, la relega a un segundo plano, como le ocurrirá en buena medida a una de las maravillas que la suceden,"Silver River". A LAS ESTRELLAS Secreto documental sobre la música de su tiempo (arranca con una gran balada de Gershwin, de la que toma su título y le marca el tono como si de una clave se tratase y luego está flanquedado por canciones y arreglos de, nada menos, Rodgers & Hammerstein, Jerome Kern, Johnny Green, Max Steiner o Hugo Friedhofer, sonando íntegramente, en los ambientes en los que cobraron notoriedad, de costa a costa), esa historia de amor entre Petey Brown (Lupino) y el torturado San Thomas (Bruce Bennett) "evita" además que el film sea también una inopinada crónica sobre la vida corriente en los Estados Unidos hacia 1946.
Y no parece un film ambicioso y quizá no lo sea, porque a lo que presta verdadera atención no es a ese exuberante panorama del jazz de la posguerra con sus múltiples conexiones sociológicas ni tampoco se postula como una "respuesta" al neorrealismo que por entonces había prendido en Europa y que demuestra dominar Walsh desde los estudios de la WB tan bien como el mejor de los italianos (y casi antes que todos; nada extraño porque allá por los tiempos de la depresión de los 30 fue uno de los cineastas que había batido ya ese terreno), preocupaciones que parecen pequeñas, relegadas al fondo de la puesta en escena, en cuanto aparece, de espaldas, en una comisaría, un hombre.
Muchas veces hemos visto a actores y actrices enamorarse en pantalla, plausible, románticamente, con una disposición para tal encuentro, un foco que los alumbraba, hasta en adversas circunstancias.
A LAS ESTRELLAS  A LAS ESTRELLAS  A LAS ESTRELLAS A LAS ESTRELLAS  A LAS ESTRELLAS A LAS ESTRELLAS  A LAS ESTRELLAS A veces por juventud, otras por ímpetu entregado a absorbentes quehaceres de alguno de ellos y las más de las veces por un simple planteamiento ideal, no aparecía la búsqueda, la trayectoria de fracasos o triunfos finiquitados, necesaria para que surgiera precisamente entre ellos y en ese momento preciso, ese sentimiento.
Veíamos cómo se producía y nos abstraíamos con ello. Una sublimación de la pureza, tan bellamente contada, perfectamente irreal.
El cine de Nicholas Ray, la misma Lupino y compañía precisamente se plantó ante las dudas y el vacío de las más variadas parejas formándose, de cualquier edad y condición, esas que sólo el cine negro había traído a escena precariamente, con la coartada de la fugacidad.
En "The man I love", sin desentenderse de sus otras tramas paralelas, Walsh es capaz de contar como pocos, antes o después, una posibilidad de bajarse en marcha de este mundo que no vale la pena y que de repente - no importa dónde si se tiene con quién - podría ser un buen sitio para quedarse.
Un film como este, sobre los equilibrios emocionales, es asombroso cómo se retroalimenta del mayor de los terremotos del corazón, investida ella ya no con aquella luz expansiva de Murnau o Borzage, reconciliadora y gozosa, sino con la vibración que "pertenece" a los últimos Dreyer, Ford o Donskoi, sentida hacia los adentros y sólo percibida por los iguales, donde quiera que estén.  

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