Revista Coaching

A las personas nos encanta que nos reten

Por Falcaide @falcaide

A las personas nos encanta que nos reten

Steve Jobs, fundador de Apple

Charles Schwab (1862-1939), magnate del acero, presidente de Carnegie Steel Company y una de las primeras personas a las que se pagó en Estados Unidos un salario anual superior a un millón de dólares, tenía un jefe de fábrica cuyo personal no producía lo que se esperaba de ellos:
– ¿Cómo que un hombre de su capacidad no consigue que esta planta rinda lo que debe?, preguntó Schwab al encargado.
No sé. He pedido a los obreros que trabajen más; les he dado ejemplo; los he regañado; los he amenazado con el despido. Pero nada funciona. No producen y nada más.
La conversación tuvo lugar al final del día, poco antes de que entrara a trabajar el turno de noche:
Deme un trozo de tiza dijo Schwab. Y luego, volviéndose al obrero que estaba más cerca: ¿Cuántas horas de horno ha hecho su turno de hoy?
Sin decir palabra, Schwab trazó un gran número seis en el suelo y se alejó. Cuando entró el turno de noche, los obreros vieron el seis y preguntaron qué significaba aquello. 
El gran jefe estuvo aquí hoy dijeron los obreros del turno de día–. Nos preguntó cuántas cargas habíamos hecho y le dijimos que seis. Lo escribió en el suelo y ser marchó.
A la mañana siguiente volvió Schwab al taller. El turno de noche había borrado el seis y escrito un siete. Cuando los obreros del turno de día entraron a trabajar vieron un enorme 7 escrito en el suelo. Así que los de la noche se creían que eran mejores ¿eh? Bueno, pues les iban a enseñar un par de cosas. Se pusieron a la tarea con entusiasmo y cuando se marcharon aquella noche dejaron en el piso un enorme y jactancioso 10. Las cosas iban para arriba. Y poco después ese taller, que se había quedado atrás en producción, rendía más que cualquier otro de la fábrica. 
¿Cuál es el principio que subyace a esta reacción?
El propio Charles Schwab lo explica: «La forma de conseguir que se hagan las cosas es estimular el deseo de superarse». En definitiva, el reto, el desafío, las ganas de mejorar. El afán por superarse está incrustado en la naturaleza humana. El ser humano está hecho para crecer, para mejorar, para evolucionar sin ininterrupción, de manera constante. A la gente le encanta tener la oportunidad de demostrar lo que vale.
Cuando alguien no consiga resultados en su trabajo, antes de culpabilizarle pregúntate por qué no está consiguiendo resultados. Recuerda las palabras de Anthony Robbins (@tonyrobbins), autor de Poder sin límites: «No existen personas perezosas, sólo personas que no tienen metas que les inspiren».
Rete a su equipo. Piense cómo puede hacer que se sientan mejores, ganadores, importantes. A la gente le encanta sentir que su contribución sirve para algo. Casi nadie se queja de que le exijan mucho, pero sí de lo que traten con desprecio, sin consideración, que les minusvaloren, como meros elementos de una cadena de montaje. Exija, pero con aprecio. Esa es la fórmula: exigencia con tacto; disciplina con respeto; rectitud con generosidad... La única forma para que alguien haga algo de verdad, de manera excelente, es que quiera hacerlo. Lo mejor que tiene una persona se entrega voluntariamente, y lo hace así, cuando piensa que obtiene un beneficio para sí misma. 
Charlando una vez con Juan Soto, Presidente de Honor de Hewlett Packard y uno de los directivos de referencia del panorama español, me comentaba:
«A los pura sangre les gusta sentirse queridos y exigidos para realizar todo su potencial. Tienen que percibir que estás junto a ellos, que te comprometes, que te preocupas, que les quieres campeones porque quienes ganan la carrera son siempre ellos. Creo que se tiene que trabajar con la gente y muy cerca de ella. Un gestor de proyecto no es nadie sin su equipo. Son ellos los que hacen que las cosas ocurran. Les puedes fijar el rumbo, conseguir los recursos, alinear sus voluntades y organizarles, inspirarles, pero al final, quienes corren en la pista son ellos». 
También me decía:
«La alta dirección de la empresa actual sirve normalmente a tres colectivos: clientes, empleados y accionistas. Para lograr satisfacer a sus clientes es necesario pero no suficiente tener satisfecho a su equipo de colaboradores. El mercado es un campo de batalla no violento en el que el objetivo es ganar en buena lid la preferencia de los clientes frente a la competencia. Para ello, el equipo, además de satisfecho y motivado, tiene que querer ganar y asumir todo el sacrificio que entraña aspirar a ser campeón en el mejor servicio a los clientes. Liderar un equipo de campeones no es una profesión, es un arte. Requiere evitar todo tipo de manipulación de voluntades y considerar a los miembros del equipo, no como recursos, no como medios para un fin, sino como fin en sí mismos, creando el entorno que propicie su irrenunciable inclinación a contribuir y a ganar. Para ser un verdadero líder debes estar convencido de la grandeza de tu gente. Si no lo estás, márchate o cambia a tu gente». 
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