Dejar lo que estaba queriendo para emigrar a las riberas del silencio. Olvidar el carretero de los sueños y, ya puestos, desprenderme de los días. Negarse a ser. Cansado de correr por caminos que no llevan a ninguna parte. Abandonado sobre el imperio de un balcón cualquiera, navega el ferragosto.
A lo Romario