La gente ya no compra coches o, al menos, se lo piensa mucho antes de hacerlo. Comprar un coche es síntomático de confianza y buen humor, de ilusión presente y futura y la bajada de julio no hace otra cosa que reflejar esta depresión del bolsillo y del ánimo. Nada más: un mal dato, sólo un síntoma de ese aguantar como sea este chaparrón, ese virgencita que me quede como estoy. De ahí al inmovilismo no hay más que un pequeño paso. El retraimiento en el consumo no es más que el retraimiento de la sociedad en todos los ámbitos, empezando por la vida pública, aunque el movimiento del 15-M haya venido a sacudir conciencias y nos haya devuelto la memoria de lo que fuimos un día.
El Volkswagen Phaeton del Papa: botando el voto de pobreza
Sea como sea, lo que se mantiene viento en popa son las ventas de vehículos de lujo. En julio subieron las matriculaciones el 58,2 por ciento (según datos de la Asociación Nacional de Fabricantes Anfac), mientras que en el acumulado del año se han más que duplicado, con un avance del 111,8%. Lo que tampoco baja es el ritmo de visitas del Papa. Entre el 16 y el 21 de agosto, vuelve a estar entre nosotros, pero con ellos, para darnos una reprimenda y ya van tres, la última no hace ni ocho meses. La reprimenda va a ir no a los que se compran los coches de lujo, no, sino a los que aguantamos el chaparrón, a los que apelamos a las virgencitas para, al menos, no ir a peor, que todavía queda recorrido por ahí abajo. El cardenal arzobispo de Madrid viene dando los cuartos hace tiempo. Las campanadas, en 15 días, en este reloj en el que el tiempo pasa tan lento.