El fuego como manifestación divina, purificadora, y a la vez infernal, punitiva. La llama protectora contra la oscuridad y el frío, y la contracara voraz que consume vida. La chispa que alumbra el amor; el fogonazo que enciende la ira… De éstas y otras dualidades está hecha Lo que arde, película de Oliver Laxe que participa de la competencia internacional del 34° Festival de Cine de Mar del Plata.
Hay algo (o mucho) de bíblico en esta historia protagonizada por –atención a los nombres de los personajes– Amador y Benedicta. Por lo pronto, el reencuentro entre este varón cincuentón y su madre octogenaria en el pueblito natal de ambos evoca el recuerdo de la parábola del hijo pródigo.
Por otra parte, el film aborda la relación de fuerzas entre el hombre y la naturaleza. Mientras narran los entretelones del regreso de Amador al hogar materno, Laxe y su co-guionista, el argentino Santiago Fillol, describen la conducta predadora del ser humano y la resistencia que oponen algunos animales retobados y los cuatro elementos que antaño fueron dioses despiadados.
La fotografía de Mauro Herce contribuye a la representación de una naturaleza violentada y en ocasiones agresiva y agresora. Los versos que Leonard Cohen le dedica a Cristo en Suzanne y la interpretación del Nisi Dominus-Cum Dederit de Antonio Vivaldi por Andreas Scholl intensifican el aura sacra del relato.
Aunque sin experiencia profesional, Amador Arias, Benedicta Sánchez, Elena Mar Fernández, Inazio Abrao interpretan a sus personajes con absoluta versatilidad. Resulta especialmente conmovedora la recreación del vínculo materno-filial entre los protagonistas.
O que arde (así es el título original) es un fiel exponente del cine de calidad que se filma en Galicia. Si no tiene chances de desembarcar en la cartelera porteña, ojalá se proyecte en alguna próxima entrega del Ciclo de Cine Gallego que Jorge Gil Morabes coordina en la Ciudad de Buenos Aires.