Asisto, con estupor, al espectáculo en plan “reality show” que se está marcando el Tribunal Constitucional con el pobrecillo Estatut de Catalunya. Los ciudadanos, agobiados con el vivir de cada día, solucionando a pequeña escala lo que nuestros políticos incompetentes no saben solucionar, estamos flipados con esto del Estatut.
En todos los niveles de implicación. Los más instruídos ( los que saben lo que es, vamos) se llevan las manos a la cabeza y se sienten estafados. Los del nivel medio ( los que no se lo saben de pé a pá pero entienden que es importante porque regula cosas como la financiación pero… lo de nación ya suena demasiado metafísico para estrujarse el coco en los tiempos que corren). Finalmente, los menos implicados ( ja s’ho faran) que lo que perciben es que la cosa va lenta. Muy lenta. Indignamente, lenta… Todos los que habitamos las tierras catalanas, de uno u otro level en esto de la identidad nacional, tenemos una misma y única percepción ( y yo creo que hasta los que lo han recurrido, no pueden negar el hecho objetivo) y es que el Tribunal Constitucional es lento. Muy lento. Lentísimo. ¿Incompetente?. Un rotundo Sí : incompetente y, como consecuencia, desprestigiado.
Imaginaros que tardarais cuatro años en entregar un proyecto al jefe, o en recibir un diagnóstico médico, o una carta del servicio de correos… Eso sería incompetencia. Y eso es lo que ha demostrado ser el Tribu de la Cosnti.
Ahora, los partidos políticos hacen sus jugadas , representan historietas y claman al cielo. No hay que olvidar que las Elecciones se acercan tanto que empiezan a morder y es necesario crear adeptos. Leo que sus reivindicaciones sobre el Constitucional pasarán por el Senado pero no por el Congreso (¿Por qué no lo dicen?) y, por lo tanto, las susodichas reivindicaciones habrán servido para empezar a representar el papel que les ha tocado en esta disparatada comedia. Y ya está.
Mientras los políticos catalanes siguen haciendo el chorra, los del Tribunal Constitucional ( dos en precario y cuatro, a punto) se toman su tiempo. Se encierran en un mundo imaginario en el que el tiempo transcurre a otro ritmo y cuatro años son como cuatro días. Se sienten intocables y con el poder del sabio de la tribu. Que nadie les diga que lo suyo es de incompetentes.
Y, así, año tras año, se han ganado la pérdida del prestigio ( que viene a llamarse desprestigio) y ha ocurrido lo que tenía que ocurrir : les han criticado y los han descubierto! Por Dios!… ¿Quien ha osado?…
Eran tortugas pero ahora, con los años (4), se han quedado con el caparazón boca arriba y les es imposible avanzar…