Revista Opinión
LAS FUERZAS MORALESPor José Ingenieros (1925)98. La humanidad es la patria del ideal. Cuando se escucha la sola voz del corazón, patria es el terruño; cuando prevalece el interés político, patria es el Estado; cuando habla el ideal, patria es la humanidad. Y en el desarrollo histórico de este sentimiento podemos decir que el terruño expresa el patriotismo del pasado, la nación el patriotismo del presente, la humanidad el patriotismo del porvenir.Mientras se extiende la solidaridad del terruño a la provincia, al Estado, a la humanidad, las fuerzas inmorales del pasado siguen sembrando odio entre los pueblos, para apuntalar con el patriotismo político el régimen social de cuya injusticia se benefician. Toda innoble agresividad que hiere el sentimiento nacional de otros pueblos, no es amor a la patria, sino a la industria malsana, eternamente fomentada por mercaderes de la palabra y de la pluma, al servicio de déspotas reales o potenciales. No tIemblan ante la responsabilidad de las guerras que encienden, preparados a comentarlas desde sus casas, mientras los pueblos se diezmen en las trincheras. Todos mienten lo mismo; pretenden que la propia nación es la mejor del mundo, engañando a los ingenuos con sofismas de que ellos se burlan. Corrompen la opinión pública y fomentan el culto supersticioso de mitos vanos, amparándose luego de ellos para encubrir sus venales conveniencias.Maldiga la juventud a los envejecidos tartufos que conspiran contra la paz de sus pueblos, encendiendo regueros de intrigas internacionales en la diplomacia secreta. Maldiga cien veces a los que fabrican cañones, robando el metal que necesitan los arados. Mil veces maldiga a los que hacen correr en el mundo una sola gota de sangre, que no es la de sus propias venas.La manera más baja de amar a la propia patria es odiar las patrIas de otros hombres, como si todas no merecieran engendrar en sus hijos iguales sentimientos. El nacionalismo debe ser emulación colectiva para que el propio pueblo ascienda a las virtudes de que dan ejemplo otros mejores; nunca envidia colectiva que haga sufrir de la ajena superioridad y mueva a desear el abajamiento de los demás, hasta el propio nivel. Cada pueblo es un elemento de la humanidad; el anhelo de la dignificación nacional puede ser un aspecto de la fe en la dignificación humana. Ascienda cada nación a su más alto nivel, y por el esfuerzo de todas se remontará el nivel de la humanidad.