Steve Jobs nació 10 años antes que yo y eso, para decir lo que ahora quiero decir, a mí me sirve. 10 años, en comparación con la eternidad o con la nada futura, que de eso se trata, según las creencias de cada uno, cuando hablamos de trascendencia a la vida terrenal, es un periodo de tiempo despreciable. Por extensión, 56 años (o, en mi caso, 46), en comparación con el infinito o con cero, tampoco son excesivamente importantes.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? En realidad todo es muy sencillo. La mayor parte de esta pequeña vida que a cada uno nos toca vivir, ya sean días (pocos, como ocurrió recientemente al bebé extraído de su mamá muerta en un tiroteo en una iglesia de Madrid) o muchos años, la pasamos pensando en cosas y planificando ilusiones que nos alejan absolutamente de nuestro verdadero camino.
Yo, en cierto modo, he tenido la suerte de arruinarme en esta crisis. Ya llevo 3 años de lucha permanente con satisfacer periódicamente plazos y vencimientos que me impiden mirar hacia lo importante, atendiendo como hago, casi única y diariamente, lo más urgente.
Por todo ello, me siento absolutamente identificado con un extracto del discurso pronunciado por Jobs en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanfor en junio de 2005, cuando ya sabía de la existencia sobre su cuerpo, de un cáncer de páncreas, practicamente mortal:
"Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón".
Pues eso. Desnudos vinimos y desnudos nos vamos a ir. Y yo, por el momento, voy ligero de equipaje. Esto que aquí veís, mi pequeño estudio de arquitectura (que me permite o que quiero que me permita seguir disfrutando de mi profesión, no de mi negocio) y todo lo que no veís: mi mujer, mis hijos, ... eso es lo único que ahora tengo.
Pero os puedo asegurar que eso es lo verdaderamente importante (una vez que propiedades y orópeles, ya han sido dejados atrás, con cenizas del pasado guardados en cajas perdidas en mitad de múltiples mudanzas). Como dijo Jobs en aquel discurso mítico:
No os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más imporante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón y vuestra propia intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser.
Lo demás, sinceramente, ya no me importa.
Luis Cercós (LC-Architects)
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